DOMINGO V TIEMPO PASCUAL - CICLO B
LO QUE PUEDE AYUDAR UN CREYENTE
En la vida
humana es fácil encontrar que cuando una persona deja el licor, la droga o
cambia por cualquier razón; no de inmediato todo el mundo crea en ese cambio
dado que no faltan los prejuicios. El miedo a Pablo fue más grave por tratarse
de un hombre que pasaba de ser perseguidor de la comunidad cristiana con
permiso del gran sacerdote. El mismo que había aceptado la lapidación de
Esteban. Aparecía ahora “convertido” a discípulo; sin exagerar las cosas, no
creían en la acción del resucitado en la vida de Pablo. A este tipo de
personas, que podemos ser nosotros, nos les falta un Bernabé, cuyo nombre
significa “hombre para reconfortar”, que abogue para darle credibilidad a su
cambio de conducta. No sobra anotar que era un levita judío originario de Chipre
quien presentó a Pablo en Jerusalén. Menos mal que conocía lo ocurrido en
Damasco que también había impactado a Bernabé. Ahora la conversión fue de los
discípulos que protegieron a Pablo, “al enterarse de que intentaban matarlo,
los hermanos condujeron a Pablo a Cesarea y los
despacharon para Tarso”. “La comunidad siguió en paz animada por el Espíritu
santo” (Primera lectura). Más tarde hasta Tarso su tierra natal fue Bernabé con
el fin de presentarlo en Antioquia de Siria. Todo lo que puede hacer un creyente
por otro que lleva en el corazón el Espíritu, aunque le perdonen su vida
pasada.
“Hijos míos
no nos amemos solamente de palabra; amemos de verdad y con las obras. Si la
conciencia no nos remuerde entonces nuestra confianza en Dios es total. Ahora
bien, éste es su mandamiento, que creamos en el resucitado; y nos amemos los
unos a los otros, conforme al precepto que nos dio; quien cumple los
mandamientos permanece en Dios y Dios él. En esto conocemos por el Espíritu
Santo que Él nos ha dado, que Él permanece en nosotros” (Segunda lectura)
CUANDO EL SARMIENTO SE SEPARA
Este texto kerigmático del evangelio pertenece al atardecer del jueves
cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos para indicarles el servicio como
estructura fundamental de la comunidad; luego les anunció el
envió de su Espíritu. Para insistir en la delicadeza que se debe tener con la
acción del Espíritu en la comunidad, Jesús se acoge a la simbología del cuidado
permanente del viñador con los sarmientos que conforman la comunidad. A los cuidados
del viñador debe responder el sarmiento, la comunidad con la abundancia de sus
frutos. La vid y la comunidad no son dos realidades separadas. El fruto es la
realidad del hombre nuevo. Y un sarmiento que no produce fruto es porque no ha
respondido a la vida que se le ha comunicado; entonces el Padre lo corta.
FALTA DE ESPIRITUALIDAD.
El faltante
de espiritualidad: decadencia religiosa que percibimos hoy no es una causa
distinta a la falta de intimidad de los sarmientos con la vid: “Permanezcan en
mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid; así tampoco ustedes si no permanecen en Mí” (evangelio).
La fe y la
espiritualidad como las plantas, y la vid es una de ellas, requieren de poda de
tiempo en tiempo para mantener la calidad abundancia de su fruto. El riesgo de
llenarse solo de follaje, apariencias, puede ocurrir en una comunidad si no
tiene la poda de la palabra que da discernimiento; las catequesis, las
convivencias y los escrutinios, los sacramentos y la vida de comunidad ¡Cómo
nos encantan más los follajes que la poda! Si queremos que la comunidad
produzca frutos, sus raíces deben estar plantadas en lo invisible “al borde de
la acequia, para dar fruto en su sazón, así su follaje no se marchita y todo
cuanto hará tendrá buen fin” (Sal 1). Grano de trigo debe caer en tierra, la
mujer tiene que sufrir antes del parto y el sarmiento debe ser podado.
SIN LA PODA NO HAY ESPIRITUALIDAD.
Hay una
limpieza o poda inicial y otra de crecimiento. La primera se realizó al
insertarse a la vid; la segunda mira a la fecundidad de esa inserción. La
primera se hace antes de que brote; y consiste en eliminar casi todos los
sarmientos del año anterior, dejando sólo una parte mínima de los codos más
fuertes. La segunda se hace en verde, con los tallos que son más débiles pero
que no quisieran separarse de la vid. Para la comunidad creyente o el fiel en
particular hay una limpieza inicial que es el bautismo, poda de inserción, por
la que el cristiano muere al pecado por el trasplante del espíritu del
Resucitado que recibe en su corazón y lo hace creatura nueva en Cristo; el
bautismo es la primera crucifixión y muerte del hombre viejo para que renazca
el nuevo “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal
2,19).
La segunda
poda y limpieza de la comunidad o del fiel creyente es de crecimiento para
fecundidad en la misión y se da por los sacramentos y la fe en la predicación,
El evangelio de hoy enfatiza que la Vida de Dios debe impactar a cada comunidad
o fiel para que sea posible la transformación interior por la experiencia
pascual, itinerario de la proyección a los demás. Solamente el servicio al
prójimo puede dar la certeza de ser objeto del amor de Dios y la confianza de:
“pidan lo que quieran y se les concederá” (evangelio).
LA GLORIA DE DIOS SON LOS FRUTOS.
Los que dan
fruto los poda y los limpia para que den más fruto. “Ustedes ya están limpios
por las palabras que les he dicho”. “limpios” no tiene nada que ver con la
pureza legal que se consigue por la práctica ritual o de la confesión para
poder comulgar. La capacidad de echar solo follaje es tan grande que, si no se
le aplican fuertes correctivos, se fortalecen solo los tallos y las hojas sin
dar frutos. Las precauciones y cuidados son imprescindibles si queremos que la
vid produzca frutos. El sarmiento, nosotros, la comunidad, no tiene vida propia
sin recibir la savia de la cepa, El Espíritu del Resucitado quien es la vid. La
presencia de fruto manifiesta que la savia-vida está llegando al sarmiento; y
la ausencia de fruto, delata la falta de unión con el misterio pascual de
Jesús. “Porque sin mí, no podéis hacer nada”.
La gloria de
Dios, el Resucitado, es darnos vida en abundancia para que otros por nuestro
servicio la tengan y se manifiesten también como discípulos de Jesús. Más
adelante el evangelio nos dirá que la amistad con Jesús se funda en la posesión
del mismo Espíritu que es su amor comunicado.