CICLO A
TIEMPO ORDINARIO
XXXIII DOMINGO
Al final del año
litúrgico de la Iglesia, que será coronado el próximo domingo con la solemnidad
de Cristo Rey, la segunda lectura de este domingo nos recuerda que el Día del
Señor llegará de improviso. Y el evangelio, por su parte, pone ante nosotros una de las parábolas
llamadas de la segunda venida del Señor, que “de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin” (Credo).
En los textos del
Nuevo Testamento y en el Símbolo de la fe o Credo aparecen estrechamente unidos
el juicio y la segunda venida de Cristo como último acto de la historia de la
salvación. Será el advenimiento del Reino en su plenitud y el final de la
historia coronada por el Señor.
Un juicio que será
un acto de salvación. Cristo no ha venido a condenar sino a salvar (Jn 3, 17). Él mismo es pura salvación. La condenación o
perdición se da porque el hombre, por su propia voluntad, se ha quedado lejos
del Señor. El juicio final –escatológico- es la intervención decisiva de Cristo
Jesús, Juez Salvador. Esta segunda venida al final, con gloria, es un único
misterio con la pascua de muerte y resurrección de Jesús, que juzga salvando
por la fuerza de su resurrección (Rm 3,24). En Cristo
resucitado se revela la justicia salvadora de Dios (Rm
1,17).
“El juicio final
revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o
haya dejado de hacer durante su vida” (Catecismo de la Iglesia Católica 1039).
Cada uno se juzga a sí mismo según sus obras en esta vida. Hasta puede quedar
fuera, en las tinieblas, por haber dejado improductivo sus talentos
(evangelio). La decisión de su suerte última, definitiva (eterna) depende
exclusivamente del uso de su libertad personal y no de una supuesta sentencia
judicial el último día.
El que cree en el
Hijo no será juzgado; el que no cree ya está juzgado (Jn
3, 18). El juicio se da ya ahora (Jn 5, 21-27). Decía
San Jerónimo que el “Día del Señor es el juicio así como el día en el que cada
uno deja su cuerpo. Lo que llegará a ser para todos el día del juicio, se
cumple en cada uno el día de su muerte”.
Mariano Esteban Caro