CICLO  A

SOLEMNIDAD

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

 

La solemnidad de Cristo Rey del universo, que celebramos hoy, viene a culminar y a coronar el año litúrgico de la Iglesia, a lo largo del cual hemos ido conmemorando la historia de nuestra salvación realizada por Cristo. El Hijo de Dios, hecho hombre verdadero, entró en la historia humana. Amó a sus hermanos los hombres hasta el extremo, hasta la muerte. Pero Dios lo resucitó y le llenó de vida y de gloria. Cristo venció al mal, al pecado y a la muerte. Y su victoria es ya nuestra victoria, si vivimos unidos a él por la fe, el amor y el bautismo. Así Cristo inauguraba el Reino de Dios, para cumplir la voluntad del Padre que quería “elevar a los hombres a la participación de la vida divina” (LG 2).

 

El Reino de Dios es el Reinado de Dios en nosotros: que el amor infinito de Dios lo sea todo en todos y que nosotros amemos a Dios con todo nuestro ser, con todo lo que somos y tenemos, y al prójimo como a nosotros mismos. Por medio de la gracia el Reino de Dios es ya una realidad viva y operante en nosotros. Pero el triunfo de Cristo será definitivo cuando al final venga con gloria para juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin.

 

Mientras llega el triunfo  total de Cristo, nosotros debemos vivir los frutos del Reino de Dios. De ellos nos habla el prefacio de la misa de hoy. Es el Reino de la vida: hemos de luchar contra la cultura de la muerte y trabajar por el respeto de toda vida humana desde su concepción hasta su fin natural. El Reino de la justicia: dar a cada cual lo suyo, sus derechos, su dignidad personal. El Reino del amor, que es la señal distintiva del cristiano, su mandamiento primero y principal, venciendo al mal con el bien: “lo más divino en el hombre es hacer el bien” (San Gregorio Nacianceno). El Reino de la paz con Dios, con nuestra conciencia, en el seno de nuestras familias, en el ámbito social en que nos movemos.

 

A Cristo Jesús, nuestro Salvador y Rey, le servimos ya ahora amando y sirviendo a nuestros hermanos. Lo que hagamos a los hambrientos, a los sedientos, a los forasteros, a los sin techo, a los desnudos, a los encarcelados, se lo estamos haciendo a él mismo (Evangelio).

 

Mariano Esteban Caro