6ª semana de Pascua. Miércoles: Jn 16, 12-15

Jesús se estaba despidiendo de los apóstoles en la Ultima Cena. En las palabras anteriores, que se leían en el evangelio de ayer, les decía Jesús que era conveniente que Él se marchara de este mundo para estar con el Padre, pues así podría enviar al Espíritu Santo de una manera plena. Es decir, que los apóstoles y la Iglesia saldrían ganando con esta nueva presencia. Eso se debía a que Jesús en su vida mortal quiso ser hombre como nosotros y por lo tanto su presencia estaba limitada. Es decir, que no podía estar en todos los lugares ni en todos los tiempos. Ahora iba a comenzar una nueva fase en que el Espíritu Santo iba a estar permanente en la Iglesia en todos los tiempos y lugares. Y con el Espíritu Santo, el Padre y Jesucristo. Esto lo decía para que les sirviera a los apóstoles de consuelo en aquella noche tan triste.

¿Y que iba a hacer el Espíritu Santo? Ya les había dicho que iba a ser su protector o defensor de todos los ataques del mal. Iba a ser el Consolador. Ahora les dice que va a ser también el orientador o instructor, pues les va a enseñar toda la verdad. Jesús había dicho muchas cosas, de las cuales hay una gran constancia en los evangelios. Pero quedan muchas cosas que se necesitan aclarar más y profundizar. Para ello no basta la inteligencia humana, sino que es necesaria la presencia del Espíritu Santo.

La religión o el hecho religioso no es tan fácil y sencillo como algunos creen. Sucede a veces que personas que no viven una vida íntima religiosa, sin saber casi nada, se ponen a hablar de religión. Esto pasa con muchos periodistas, y también con políticos, que al estar acostumbrados a hablar de cosas externas, piensan y hablan de cosas religiosas en los mismos términos. En realidad sólo hablan de circunstancias que se relacionan un poco, muy por encima, con el hecho religioso. Poco saben de lo que sucede verdaderamente en un alma que está en contacto íntimo con Dios y de las maravillas que puede hacer el Espíritu Santo en una persona que es dócil y humilde.

Sin entrar en profundizaciones podemos decir que hay dos clases de gracias que el Espíritu Santo suele dar. Unas son para la propia persona, como son los 7 dones. Son gracias que da a quienes, siendo virtuosos, se dejan llevar por la mano de Dios. Y ya no actúan sólo al modo humano, sino de manera superior, al modo divino. Quizá externamente no se distingan mucho de otras personas; pero sus obras merecen ante Dios una alabanza y premio eterno. Hay otras gracias, que se llaman carismas, que da el Espíritu a algunas personas. Son gracias, no tanto para el perfeccionamiento de la persona, sino para el bien de otros. Unos son más conocidos, otros más sencillos.

Hoy en la 1ª lectura se nos expone un gran sermón o discurso de san Pablo en la plaza de Atenas. Él estaba acostumbrado a hablar a los israelitas poniendo ejemplos y argumentos sacados del Ant. Testamento. En Atenas estaba ante gente estudiosa y mundana. El Espíritu le inspiró una nueva manera de hablar. En la vida de los santos encontramos multitud de ejemplos en que una persona con pocos conocimientos humanos, da enseñanzas preciosas al Papa, como el caso de Sta. Catalina de Siena, o a teólogos, obispos y sacerdotes, como S. Francisco, Sta. Teresa de Jesús y Teresita, etc. Lo que han hecho estas personas es dejarse llevar por la gracia del Espíritu. Para ello primeramente tiene uno que vaciarse de tendencias mundanas, ofrecer a Dios de verdad su inteligencia y corazón y todo el ser; y entonces está preparado para recibir los dones que Dios quiera darle para más amar a Dios y servir al prójimo.

Cuando se escucha la palabra de Dios, unos reciben mucho y otros reciben poco o nada. No depende del predicador o del libro, sino de las disposiciones del alma. Por eso había personas que en un momento dado de mucha preparación, una palabra de la Biblia les transformaba, como a san Antonio abad o a san Agustín. Por eso en este día abramos el corazón al Espíritu Santo, que vive en nosotros, y pidamos que nos dé luz para comprender mejor y fuerza para seguir sus enseñanzas.