31 de Mayo. Visitación de María a su prima Isabel: Lc 1, 39-56

En muchos lugares el mes de Mayo es el mes dedicado a María. Terminando el mes, desde hace varios años se celebra esta fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel, escena que consideramos en el segundo misterio gozoso del rosario. Esta fiesta comenzó a celebrarse por el siglo XIII en las comunidades de los franciscanos. Por el año 1600 el Papa lo hizo oficial para toda la Iglesia, señalando el 2 de Julio para su celebración. Así ha sido durante siglos hasta que ha sido puesta en el final del mes de Mayo como colofón del mes de María y para estar más cerca de la Anunciación.

María se había enterado, por medio del ángel de la Anunciación, que su prima Isabel, que ya era bastante mayor de edad, iba a tener un hijo y que ya estaba en el sexto mes. María deja su pequeña comodidad del hogar, su silencio y quietud, que tanto amaba, para poder estar más a solas con su Dios y se lanza por los caminos para hacer una obra de caridad. La Visitación es sobre todo una entrega de María pensando en que su prima, siendo mayor y estando en el sexto mes, sería muy consolada al tener junto a sí una mujer joven que pudiera ayudar en las faenas normales de la casa.

El encuentro es alegre y vivificante. Es un ejemplo de comunicación y acogida entre dos mujeres de diversa edad y ambiente, pero con un gran amor. Cada una lleva en sí un secreto difícil de comunicar. A Isabel le costaría descubrirlo a causa de la edad, de la novedad o extrañeza. Por eso nos dice el evangelio que había vivido esos meses escondida en la soledad. El secreto de María era más difícil de explicar, aunque la gustaría compartirlo con alguien que pudiera comprenderlo. Por eso comenta alguno que partió “con prisa”, por esa necesidad de compartir su secreto, y su prima era la persona que podía ser adecuada para ello. Luego sería el Espíritu Santo quien lo revelaría a Isabel y así, con el gozo de Dios, pudieron compartir tales maravillas.

La primera en saludar fue María. Con ello rendía honor a su prima, quien se siente descubierta; pero al mismo tiempo, inspirada por Dios, exclama: “Bendita tu entre las mujeres”. Y al hijo que lleva María le llama: “mi Señor”. Podemos imaginar el entusiasmo y al mismo tiempo estupor de María al verse descubierta, pero también amada y honrada. Siente que su fe en la palabra de Dios ha sido reconocida.

Hay otro aspecto espiritual en este suceso de la Visitación. Dios nos quiere enseñar con ello que viene a habitar entre los humanos, no ya en un templo de piedra, sino en una persona. Desde ahora la mansión de Dios en la tierra no va a ser especialmente en un templo de piedra, por muy hermoso que sea, sino en el corazón humano que vive en la fe, la esperanza y sobre todo en el amor. Dios quiere estar en nosotros y quiere estar en cada una de nuestras comunidades. El cristiano es “portador de Cristo”.

Como respuesta a las palabras de Isabel, María alaba a Dios. Es muy difícil decir que esas fuesen exactamente las palabras de María; pero sí indican sus sentimientos. María proclama las grandezas del Señor. María nos enseña que la verdadera humildad no es el hecho de rebajarse, aunque muchas veces lo tengamos que hacer, sino el reconocer que todo lo que tenemos es de Dios, porque nos ama. Nuestro sentimiento principal en la vida será reconocer que Dios está en todas las partes, también dentro de nosotros mismos, y lo está por amor y con amor. Lo más grande que podemos hacer es reconocer los dones interiores que no vemos y los dones exteriores, que vemos en la naturaleza. Todo indica el poder y la majestad, y el amor de Dios.

La Visitación de María nos habla de compenetración de almas, de acogida recíproca y discreta, que no se logra por el mucho hablar. María hoy nos enseña más por los gestos la profunda humildad en una incesante caridad. Cuando uno tiene algo precioso de Dios, es bueno hacer de alguna manera que otros puedan participar de ese bien, que es el conocimiento de Dios, de su grandeza y amor, que a pesar de ser Dios quiere venir a nuestro corazón para elevarnos un poco más hacia Él.