TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO IX B
Fiesta
del Cuerpo y Sangre de Cristo
(3-junio-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Las
raíces bíblicas de la celebración eucarística
ü Lecturas:
o Éxodo
24, 3-8
o Carta
a los Hebreos 9, 11-15
o Marcos
14, 12-16. 22-26
ü La
fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo está dedicada a la veneración del misterio
de la eucaristía, cuya institución fue en la Última Cena. Esta fiesta fue
introducida en la Iglesia universal por el Concilio de Viena, en 1311, el cual
ratificó lo que había sido establecido por el Papa Urbano IV, en septiembre de
1264. En muchas parroquias, esta celebración va acompañada de procesiones en
las cuales los fieles expresan su piedad eucarística con cantos y oraciones.
ü Para
poder comprender el sentido profundo de las lecturas de este día es necesario profundizar
en una palabra que aparece con mucha frecuencia en la Biblia, particularmente
en el Antiguo Testamento. Se trata de la palabra sacrificio.
ü Al
leer los textos más antiguos de la Biblia, vemos cómo los líderes religiosos de
Israel erigían altares y ofrecían sacrificios a Yahvé como expresión de
adoración y oración con motivo de las intervenciones de Él en los
acontecimientos de su historia. En estas ocasiones, sacrificaban animales y
también ofrecían los productos agrícolas. En los orígenes, estos sacrificios y
ofrendas se caracterizaban por la informalidad, ya que los altares se
levantaban allí donde la vida nómada los llevaba y eran presididos por los
líderes comunitarios. Posteriormente, serán los sacerdotes quienes presidirán
estas ceremonias, que tendrán lugar exclusivamente en el templo de Jerusalén.
El libro del Levítico regulará estrictamente el protocolo de estas celebraciones.
ü En
los relatos del Antiguo Testamento, encontramos dos tipos de ceremonias: por
una parte, estaban los holocaustos,
en los cuales la totalidad de la víctima era consumida por el fuego; y los banquetes sagrados, en los cuales, una
parte se reservaba a Yahvé y al culto, y otra era consumida por los convidados
al banquete. Siguiendo la regulación del libro del Levítico, se va fortaleciendo
el concepto de expiación; esto
significa que, mediante los sacrificios, el pueblo recuperaba la pureza legal y
ritual que, por diversas razones, se había perdido.
ü Los
autores del Antiguo Testamento, particularmente los Profetas, encienden las
alarmas frente al peligro de caer en la repetición de unos ritos carentes de significado
pues estaba ausente una actitud interior. Gestos hipócritas y puramente
formales que no expresaban con honestidad el deseo de regresar al camino del
Señor.
ü En
el profeta Isaías, esta teología de los sacrificios expiatorios que restituían
la pureza legal da un paso gigantesco cuando aparece la figura del Siervo de Yahvé, que ofrece su vida
como sacrificio por el perdón de los pecados.
ü Estas
rápidas referencias nos permiten comprender mejor las lecturas de hoy. En la primera
de ellas, vemos cómo Moisés construye un altar, inmola novillos como sacrificio
en honor del Señor, promete obedecer sus mandatos, y luego rocía la sangre de los
animales sacrificados sobre el pueblo diciendo: “Esta es la sangre de la
alianza que el Señor ha hecho con ustedes”.
ü La
Carta a los Hebreos presenta a Cristo como el Sumo Sacerdote, quien lleva a
cabo un sacrificio muy especial: “No llevó consigo sangre de animales, sino su
propia sangre, con la cual obtuvo una redención eterna”. Más adelante el texto de la Carta explica el
significado de la nueva alianza: “Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con
su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua
alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que
Él les había prometido”.
ü El
relato del evangelista Marcos reproduce la escena de la Última Cena, que es la
institución de la eucaristía, donde el pan se convierte en su Cuerpo y el vino
es la Sangre de la alianza que se derrama por todos.
ü La
Iglesia Apostólica se fue consolidando en estas eucaristías domésticas en las
que se reunían para partir el pan (así se llamaban las misas en los comienzos
de la Iglesia). Estos encuentros los fortalecían para llevar a cabo la misión
que les había confiado el Señor resucitado.
ü Para
muchos católicos, la misa es un rito que los aburre y por eso dejan de participar
en ella. Esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo es una invitación para
descubrir su sentido como banquete y sacrificio. Es el momento más sublime en
el que, como comunidad de fe, nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios y
alimentarnos con el Pan de vida y el Cáliz de salvación.
ü Muchos
cristianos tienen una comprensión equivocada de la fe como si fuera una conexión
individualista entre la conciencia personal y Dios. Eso no es cierto. La vida
de la fe pasa necesariamente por la comunidad eclesial, que es el lugar teológico
donde se proclama la Palabra de Dios, se reciben los Sacramentos, se alaba al
Señor y se ora en común. Es necesario, entonces, hacer una catequesis que
explique el significado de la asamblea eucarística para que no sea vista como
una antipática imposición sino como un encuentro gozoso con el Señor, donde
celebramos el memorial de la alianza nueva y eterna sellada por el sacrificio
de Cristo en la cruz.
ü La
participación en la eucaristía dominical no puede verse como un acto aislado en
nuestra agenda semanal. Debe generar unas dinámicas de solidaridad. Este
encuentro con el Dios amor debe transformar nuestra red de relaciones.
ü Es
hora de terminar nuestra meditación dominical en esta fiesta del Cuerpo y
Sangre de Cristo, instituida para honrar y agradecer el regalo de la
eucaristía. Para comprender el sentido de las lecturas bíblicas, hemos
recordado el significado que tienen los conceptos de sacrificio y banquete en
el Antiguo Testamento, así como la figura del Siervo de Yahvé descrita por el
profeta Isaías. Vivamos la eucaristía, no como una imposición, sino como un
encuentro privilegiado con la Palabra de Dios, con el Pan de vida y el Cáliz de
salvación. La comunidad de fe se construye sentados a la mesa del Señor.