Cuando se rompe el espejo

 

“La mirada salvará al mundo”, dice Dostoievski. Y el adagio popular añade: “Los ojos son el espejo del alma”. Los espejos, generalmente, nos dicen una verdad a medias, por no decir, tergiversada: Desfiguran la imagen, nos mete el cuento de una belleza que no existe y no sabe de nuestra realidad o la interpreta según cánones ficticios. Los espejos nos traicionan y nos hacen vivir de apariencias. Los espejos tienen el poder de manejar la máscara según conveniencias.

En el Paraíso había un espejo gigante del tamaño de Dios creador. Una vez que ha terminado la creación, Dios se fija ahí y hace la criatura humana a su “imagen y semejanza”. Adán y Eva quieren utilizar ese mecanismo para identificarse con Dios y el espejo los descubre desnudos. No les queda más que esconderse. Y comienza en la historia humana el proceso equivocado, jamás rectificado a plenitud, de escondernos y esconder la verdad tras un espejo de mentiras e hipocresías.

Los fariseos son sorprendidos por Jesús bajo las cadenas de su falsedad cuando quieren identificarlo con Belcebú, el padre de las mentiras. Habían fabricado esa imagen en el espejo ya roto de su ineptitud e incapacidad de aceptar la verdad de Jesús quien, a su vez, los confrontaba en el tamaño exacto de su mentira haciendo trizas cada uno de sus argumentos y dejando en el suelo sus máscaras, su propia identidad. ¡”Sólo la verdad nos hace libres”! y esa libertad es el verdadero espejo del alma.

También sus parientes y paisanos habían forjado en el yunque de su pequeñez de miras, una imagen levantada sobre intereses y mezquindades acerca de Jesús. No alcanzaban a romper esquemas y tradiciones para aceptar gozosos el proyecto de Jesús. Su espejo tiene la dimensión del manicomio y del ‘qué dirán’. Todo ser que se proclama libre, inmediatamente le saltan cadenas por todas partes, aún de sus amigos más cercanos. La libertad es el espejo en triple dimensión de nuestra dignidad, de nuestra madurez y de nuestra opción radical por el evangelio.

Cochabamba 10.06.18

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com