X Domingo dsel Tiempo Ordinario B

TEMPLE O TEMPLADO ESPIRITUAL-

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Cuando una pieza de acero se somete a una alta temperatura y súbitamente se introduce en un líquido extremadamente frío, adquiere gran dureza. El filo de un cuchillo o de una espada capaz de cortar un cabello al vuelo, dicen que solo es posible cuando su acero ha sido sometido al temple por un buen forjador. Es duro, pero frágil. Propiedades ambas que le son peculiares. Algo semejante ocurre con el espíritu humano en otro ámbito.

 

2.- El relato de la primera lectura de la misa de este domingo, mis queridos jóvenes lectores, es de gran belleza ingenua. No se trata de un documental puesto por escrito, no. es una preciosa narración catequética. Los primeros seres humanos, evidentemente, eran incapaces de articular palabras, por citar un ejemplo. Ni se llamarían el uno al otro por el nombre que le da la narración y que en cada idioma se pronuncia diferente. Tampoco busquéis su apariencia corporal, que si se tratase de varón y mujer físicamente reales y se aparecieran ahora, de ninguna manera ganarían un concurso de belleza.

 

3.- Pese a lo dicho, os confieso que cuando desplazándome por territorios europeos, me acerco a una iglesia antigua, busco siempre en su portal, o en alguno de los capiteles historiados de su claustro, la escena que se nos narra hoy. Busco a nuestra madre Eva con su compañero, como también a Santa María en el momento de la aceptación del proyecto de Dios, en Nazaret. El Paraíso y la Anunciación nunca faltan. Son momentos tan importantes, sublime además el segundo, que ningún escultor de aquellos tiempos olvidaban plasmarlos.

 

Si yo tuviera que reescribirlo, diría que se trataba de dos atractivos y vivaces jovencitos, de belleza corporal cual la de los más bellos adolescentes que hayan podido existir, que jugaban entre orquídeas, gencianas y edelweiss. Belleza templada, a tenor de lo que os he contado al principio. Belleza frágil, pues, también. Estaban desnudos. La desnudez, la noble ingenua desnudez, sin vanidad ni pizca de incitación malvada, implica ausencia de peligro, carencia de desconfianza, hermosura y bien personificados.

 

4.- En este paradisiaco escenario, nunca mejor aplicado el término, aparece un inquietante personaje. No estaba escogido en el reparto de actores, ni siquiera de comparsas. Se cuela disfrazado, pero entra en las tablas, como Pedro por su casa, sin que se lo impida el Director de escena. Si la cándida pareja era inocente, el intruso es astuto agitador, malvado. El escenario se tiñe ahora de engaño, fracaso y derrota. Baja el telón, pronto vendrá el acto segundo.

 

5.- Lo expuesto anuncia final dramático o tragedia. Ha entrado su majestad el miedo, ha desaparecido la confianza. Es peligroso estar desnudos, hay que protegerse, ya no se puede ser cauto, hay que tomar precauciones. La primera decisión es taparse como pueden con las hojas más grandes del árbol que las tiene, una higuera que por allí crece. Esconderse lo mejor que puedan de la vista del que les ofreció paradisiaca vida y que en cualquier momento puede hacerse visible.

 

6.- Aparece el Señor, los descubre e interroga. Excusas del uno y la otra. Ninguno de los dos quiere reconocerse culpable. Ausencia total de sinceridad valiente. La culpa siempre la tiene el otro. La sentencia se pronuncia de inmediato. No es sentencia de muerte, hay castigo, sí, pero no se excluye la esperanza, más bien se anuncia con solemnidad. Y con delicadeza paternal, tal vez con cierto humor, sustituye los taparrabos vegetales, que por grandes que fueran no excluían un nuevo factor que desde este momento se inicia en la historia: la tentación que cada uno podía ser para el otro. En este y en múltiples campos del vivir. Revestidos de pieles protectoras y elegantes, salen del escenario arrepentidos. Baja el telón, final del drama.

 

7.- Quien huye derrotado es el intruso. No se separara mucho, piensa continuar siempre tentando, es su manera de ser, no cambiará nunca. Empezará entonces la más apasionante aventura. El bien y el mal se han definido y la pareja humana deberá decidirse por uno u otro. No deben ignorarse, tampoco repudiarse. Ni deben tampoco despreocuparse del maligno, convendrá siempre que tomen precauciones. Cualquier coalición con el tentador será nueva recaída.

 

8.- Enlaza el relato evangélico con la antigua narración contada en plan catequético. No siempre saben los humanos entender que con el tentador no es posible la coalición. Algunos creen que sí y lo aceptan hasta tal punto que de aquel que ha venido a pisar mortalmente a la serpiente, dispuesto a ser mordido si hay que sufrirlo, estos sabiondos letrados, dicen que es un aliado del seductor. Ha hecho alianza con él, proclaman, y de aquí que mande y disponga, en esta y en otras situaciones.

 

9.- Jesús se indigna. Él no tiene nada que ver con el perverso espíritu. Si es capaz de desalojar al maligno de las almas donde orgullosamente se había instalado, es porque tiene poder sobre él. Se entristece el Maestro porque estos petulantes le confundan con un agente del mal. Nada hay peor. Todo se le podrá perdonar a cualquier individuo, menos el creer que el Espíritu que anima su interior, el Paráclito, es compinche de satanás.

 

10.- El Maestro se siente incomprendido, hasta su familia piensa que ha perdido el juicio, vienen de la alta Galilea para llevárselo. María, su santa madre, está con ellos. ¡Cuán grande sería su dolor! Quisiera abrazarle con cariño, quiere acercarse, hablar con Él, pero escucha que madre y familia son todos aquellos que cumplen la voluntad de Dios. ¡Pero si ella siempre la ha cumplido! Sabe que no es un reproche, es una enseñanza para los demás, un acicate para que nadie se desanime, pero le duele. Recuerda ahora lo que le dijo el viejecito del Templo: ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! (Lc 2,35). Su situación es completamente distinta de la que gozó en Caná de Galilea.

 

11.- Seguir a Jesús, también a Ella le costaba. Mucho más que a vosotros, mis queridos jóvenes lectores. Santa María tenía temple tal cual Eva en el Paraíso. Sí, Ella también la tenía desde el inicio, pero nunca la perdió. Su humildad y fidelidad la habían templado de tal manera, que no fue nunca frágil, ni se rompió su integridad, pese al inmenso dolor que a veces la afligió.