XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

SOSIEGO, PACIENCIA, QUE ES ESPERANZA

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Los ejemplos que pone el Señor, mis queridos jóvenes lectores, son acertadísimos para los que fueron sus primeros oyentes, las gentes de Galilea, rodeadas de campos de cultivo y cuyos padres de familia dedicaban su tiempo y conseguían su jornal con el cultivo de los cereales. Se decía, y continúa diciéndose hoy en día, que esa tierra es el granero del país.

 

También lo entendíamos muy bien los chicos de tiempos pasados, en los que los maestros se dedicaban exclusivamente a enseñar dentro del aula los programas establecidos. No existían por aquel entonces ni los huertos escolares, ni las salidas educativas del colegio, actividades muy pedagógicas, por cierto. Ahora bien, al disponer de más tiempo libre y menos dedicaciones extraescolares, estábamos más inclinados a iniciativas personales, fruto de la imaginación y el deseo de aprender por nuestra cuenta.

 

2.- Las explicaciones de los dos párrafos anteriores las he escrito para que os deis cuenta de lo acertado oportuno y pedagógico de las enseñanzas del Maestro. Pero aunque nuestra vida no sea semejante a la de ellos, la mayoría de nosotros, en algún momento se nos ocurría plantar, en cualquier tiesto de la casa una alubia, por ejemplo, la enterrábamos y al día siguiente ya íbamos a comprobar si había brotado la planta, cosa que no sucedía, evidentemente, hasta el cabo de un tiempo y crecía poco a poco, sin poder comprobar, por más que mirásemos atentamente, como aumentaba de tamaño. Otra cosa que experimentábamos es que, sin saber cómo, aparecía una planta que después nos decían que habría salido de alguna pepita de manzana y que aquello que veíamos, con el tiempo, se podía convertir en un gran árbol frutal. A lo mejor algunos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, habéis experimentado por vuestra cuenta, lo que os he contado. Sí o no, entenderéis el sentido de las parábolas que en el evangelio de este domingo se nos ofrecen,

 

3.- Los cristianos debemos trabajar por el Reino de Dios con tesón, sin abandonar nunca la tarea, sin querer comprobar resultados. Poco a poco, lo que sembréis y propaguéis, irá germinando y creciendo. No será inútil nunca vuestro esfuerzo. A mí se me ocurre ahora un ejemplo actual. Por más que os fijéis en las agujas de un reloj, no notaréis que se mueven pero os irá marcando el paso del tiempo. Y ¡pobres de vosotros si estáis siempre mirando y no hacéis nada!, no seréis, por supuesto seguidores del Señor.

 

4.- El otro ejemplo del mismo fragmento proclamado hoy, merece por mi parte una explicación, porque imagino que algunos de vosotros sentiréis curiosidad. Me refiero a la simiente de mostaza. En principio, uno imagina que se trata de la planta que es la base de la “salsa de mostaza” tan típica de las tierras de Dijon, en Francia. Pero no es así. Esta, a la que ahora me refiero, es una verdura de huerto, que no alcanza altura. Si os desplazáis por Tierra Santa, os dirán y hasta avispados chicos pretenderán venderos unas semillas que, según dicen, son de la mostaza del evangelio. En realidad es Nicotiana glauca. Yo mismo lo creí y lo explique, pero como pese a ir madurando y hasta llegar a hacerme viejo, no he perdido la curiosidad, me he preocupado de estudiarlo y preguntar a gente entendida de la Biblia y del lugar, llegando a la conclusión de que Jesús no se refería a una planta determinada, de hecho, la mostaza no es mencionada más que en el evangelio y en el Talmud, en ningún otro escrito de aquellos tiempos aparece Y ambos se escribieron muchos siglos antes que Linneo estableciera la nomenclatura científica de los vegetales.

 

5.- Tal vez el Maestro os diría: el Reino de los Cielos se parece a un diminuto piñón que cae sin que nosotros nos demos cuenta, germina entre las hierbas, sin que lo percibamos, vaya creciendo y se convierta un día en un gran pino de cuya madera se puede hacer un barco que surca mares y un día fondee en una remota isla. Pienso ahora que, tal vez, algunos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no conozcáis los pinos, tan abundantes por las tierras donde habito y no os sirva el ejemplo. Os pongo otro. Si sois observadores, por vuestros terrenos, tropicales o no, crecen orquídeas, preciosas y grandes unas, pequeñas otras. Sus semillas, excepto las de la vainilla, son de las más diminutas de entre los vegetales, no obstante, llevadas por los vientos y sin saber de dónde vienen, se las encuentra uno inesperadamente. Para mí es un don de Dios, en cualquier sitio. Lo de don de Dios, en mi caso, se expresa así porque junto a dos de las iglesias donde sirvo, desde hace pocos años, crece en cada una de ellas y para mi deleite Barlia robertiana (Himantoglossum robertianum, las denominan en otro lugar).

 

Cada uno de nosotros es muy poca cosa, no obstante estimulados por la Fe, podemos ser artífices de grandes logros a favor de la humanidad, en honor y agradecimiento a Dios. No olvidéis el dicho: Nunca se sabe el bien que se hace, cuando se hace el bien.