11ª semana del tiempo ordinario. Lunes: Mt 5, 38-42

Está Jesús en el “sermón de la montaña” proclamando cómo debe ser la actitud o vida de los que quieran seguirle. Lo principal será la ley del amor, que lo especifica de muchas maneras. Este amor debe manifestarse de una manera positiva, y por lo tanto debe ser lo contrario de toda venganza. Trata ahora de cómo debe ser la venganza al estilo de Jesucristo.

Comienza explicando una frase, que para nosotros cristianos suena mal, pero que en cierto sentido era algo positivo para los israelitas: “Ojo por ojo y diente por diente”. Así se decía entre los antiguos como una justicia permitida por las leyes religiosas. Esto conviene explicarlo un poco.

Entre los antiguos humanos, especialmente entre los descendientes de Caín estaba muy extendida la venganza. En cierto sentido era como una defensa del mal ajeno, ya que no existía policía o guardias de la ley. Por el miedo a la venganza muchos se abstenían de hacer el mal. Mucho más si la venganza era terrible. En el capítulo 4 del Génesis se nos narran las palabras de Lamec. Era éste un descendiente de Caín, jefe bastante importante en su pueblo. No se contentaba con la venganza que algunos proclamaban del siete por uno, sino que proclamó: “Escuchadme: por un cardenal mataré a un hombre, a un joven por una cicatriz. Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete”.

Esta era una venganza terrible. Entre el pueblo lo que más arraigado estaba era el siete por uno: “Si te robaban una vaca, tu podías robar siete”, etc. Esto frenaba la maldad o avaricia de algunos que no tenían sentimientos más sanos. Pero era una injusticia. Entonces en el Antiguo Testamento se les dice a esas personas vengativas que sólo pueden vengarse con el mismo mal que les han hecho a ellos. Esto era un progreso.

Por eso se les dice “ojo por ojo y diente por diente”. Es decir, que si les han robado una vaca, ellos pueden robar también una, etc.. Es como frenar el instinto de venganza que en cierto sentido todos llevamos dentro.

Pero viene Jesús y no sólo limita toda venganza, sino que cambia todo el sentido de la vida. No sólo no debemos devolver mal por mal, sino que positivamente debemos devolver bien por mal. Es la ley del perdón y el amor.

Esto lo expone con otro ejemplo, que es lo de la bofetada en la mejilla. Devolver el bien lo representa con presentar la otra mejilla. ¿Porqué Jesús habla del golpear la mejilla derecha precisamente? Dicen algunos que porque golpear en la mejilla derecha era más injurioso por el hecho que, si están dos personas de frente, para golpear en la derecha debe hacerse con el dorso de la mano. Y esto era más injurioso que dar el bofetón con la palma de la mano.

Quiere decir Jesús que aunque la ofensa del otro sea verdaderamente injuriosa, hay que saber perdonar. Otro ejemplo es el de la túnica y el manto. Lo normal entre la gente es que se tuviera más de una túnica, pero sólo un manto. Este servía para arroparse en el día y en la noche. Pues de esto que es más apreciado debemos saber ser desprendidos, si nos sirve para amar al prójimo. Lo importante es no ser vengativos.

Jesús nos enseña a saber devolver bien por mal; pero con generosidad. Dar de lo nuestro para llegar a la mayor generosidad que es darnos nosotros mismos para el bien del prójimo. Jesús nos lo enseñará con su propia vida. Y como nos dice san Pablo: “A pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios… se despojó de su rango…” Es el supremo acto de amor, la mayor generosidad para nuestro bien.