FESTIVIDAD DE SAN JUAN
BAUTISTA (Lucas, 1, 57-66)
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La Liturgia de este Domingo XII del Tiempo ordinario, (por coincidir
este año con la Festividad de San Juan), da paso a la celebración de este
personaje que, por voluntad divina, juega un papel tan importante en la
historia de la salvación: ser el Precursor que preparará el camino del Señor.
- En las Lecturas de hoy, se hace alusión a varios episodios de la singular vida de Juan el Bautista:
- 1º) Su nacimiento, (como el de Jesús), se realiza de forma sobrenatural, porque nace de Isabel, una mujer que era estéril.
- 2º) Como en el caso de Jesús, hay también un mensajero de Dios que propone el nombre que hay que asignar al recién nacido: “se llamará Juan”, teniendo en cuenta que, en el contexto bíblico, en el nuevo nombre que se asigna, se contiene su vocación y misión.
- Cuando a Simón, Jesús lo renombra con el nombre de “Petrum” =“piedra”, se le estaba consignando su misión de roca, piedra fundamental de su Iglesia. Así, al dar a este niño el nombre de Juan, (que significa, “Dios tiene misericordia”) se está haciendo referencia a su vocación, que será, anunciar un Bautismo de conversión para obtener la misericordia del Señor. Dicho con otras palabras, Juan el Bautista será un instrumento de Dios para ayudar a otros a descubrir la bondad y misericordia del Señor.
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Sería muy conveniente recordar que, tú y yo, por nuestra vocación
cristiana, estamos también llamados, tenemos la misión de, manifestar con
nuestra vida y con nuestras palabras, las
misericordias del Señor. ¡No dejemos al Señor sin
voz y sin gestos fehacientes, que testimonien a los demás el infinito amor de
Dios y, proclamemos con el Salmista, “¡que
Dios ha estado grande con nosotros!”.
- Finalmente, la Festividad de San Juan Bautista es una buena ocasión para recordar una importantísima virtud, hoy poco cotizada, pero de una fundamental importancia para la vida cristiana: la humildad.
Sabiéndose sólo, la voz que clamaba, cumplió su misión de Precursor, evitando constituirse en el protagonista, y tratando que fuera Jesús quien creciera, aunque el disminuyera. ¡Así lo hicieron los Santos! Este fue también el lema personal, consignado en sus escritos, de San Josemaría Escrivá: “Ocultarme y desaparecer es lo mío, que sólo Jesús se luzca”.