San Pedro y san Pablo, 29 de Junio: Mt  16, 13-19

Celebra la Iglesia en este día la fiesta de dos hombres grandes, que son tenidos como columnas en la organización primitiva de la Iglesia: San Pedro, de temperamento entusiasta, a quien Jesús tuvo que ir formando y haciéndole fuerte en la fe para ser la “roca” firme de la Iglesia, y san Pablo, hombre firme en sus convicciones, a quien, por estar equivocado, Jesús se le presentó para darle luz en la mente, de modo que luego fue el evangelizador más importante en la primitiva cristiandad.

San Pedro y san Pablo, siendo de caracteres diferentes, se unen en el mismo ideal, que era buscar identificar su vida con el querer de Jesús y procurar en todo cumplir la voluntad de Dios. Los dos tuvieron sus fallos, pero impulsados por la gracia, fueron llevando su vida tras las huellas de Jesús. Como frases suyas, que nos ayuden en este día a querer seguir más a Jesús, podemos recordar de san Pedro, cuando varios discípulos querían marcharse sin comprender el anuncio de Jesús sobre la Eucaristía: “¿A quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna”.  Y san Pablo, cuando había experimentado la vida de Cristo en su propia vida, decía: “Para mí vivir es Cristo”. Pues  el ideal de nuestra vida debe ser: “tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.

El evangelio de este día nos trae el momento clave para la vida de san Pedro, en que Jesús le promete el Primado en la Iglesia. Estaban en Cesarea de Filipo. Era un lugar donde estaba un poco más presente por aquella región el culto a las divinidades paganas o romanas. Por aquel lugar había una “roca” con su gruta, dedicada a dioses paganos, que para los israelitas era como la entrada al reino de Satanás. También se acercaba la hora de ir hacia Jerusalén para sufrir la Pasión. Jesús debía ir organizando, al menos en lo esencial, el porvenir de la evangelización. Quería hacerles una especie de examen sobre lo que pensaban de El. Primero les pregunta qué opina la gente. Claro, había algunos que opinaban cosas muy malas; pero los apóstoles le dicen las cosas buenas: Unos le tienen por Juan Bautista, a quien todos le tenían por profeta. Otros dicen ser Elías o Jeremías, pues eran profetas de los que se decía debían resucitar en los tiempos nuevos. En realidad se quedan en que Jesús es un hombre, aunque muy cercano a Dios, como eran los profetas. De ahí les cuesta pasar.

Jesús les pregunta a ellos en concreto. San Pedro contesta. No es que esté haciendo afirmaciones teológicas, como los estudiosos. Lo que sí está seguro es que Jesús es algo más. Por eso responde: “Tu eres el Mesías”. Otros evangelistas sólo dan esta respuesta. San Mateo nos dice que añadió: “El Hijo de Dios vivo”. Algunos dicen que fue la expresión del conocimiento de san Pedro después de Pentecostés y de la primitiva cristiandad. El hecho es que Jesús aprovechó esa respuesta inspirada por Dios para prometerle que sería la “roca” firme de la fe en la Iglesia.

Y para ello usa el lenguaje propio de aquella cultura, en que hablan por medio de símbolos en los momentos grandiosos. Le dice que será la “piedra” fundamental donde se apoyará la Iglesia. En otro momento le dirá que debía confirmar en la fe a sus hermanos. En aquella cultura llamar a uno “roca” era un gran elogio, de modo que en los salmos se llama, como un elogio a Dios: “nuestra roca”. También le da las “llaves” del Reino. Es símbolo de poder y autoridad. Y le da también el poder de “atar y desatar”. En la Iglesia habrá males como cobardías, debilidades, pero no podrán destruir la fe, pues Cristo está presente. Y está en el papa, sucesor de Pedro, que debe interpretar la voluntad de Jesús y adaptarla a las nuevas necesidades y situaciones.

También hoy Jesús nos pregunta quién es o qué representa para nuestra vida. Para muchos es un hombre, quizá muy grande; pero ahí se quedan. Nuestra respuesta debe salir de una vivencia personal, al contacto con la fe. Por lo tanto debemos vivir según esa realidad de ser discípulos y amigos de Jesús que sigue viviendo entre nosotros, no sólo en la Eucaristía, sino también en la persona del Papa.