La inquietud saludable

 

Tenemos miedo. Hay un desencanto generalizado comenzando por los jóvenes. Queremos aprisionar en un instante todo el gozo de la vida. Pero eso es muy pasajero. Cualquier situación adversa nos destruye. Pareciera que nuestra genética olvidó en sus códigos el dolor, el sufrimiento. Eso nos va dejando un lastre de insatisfacción honda. Pero debemos entender que nuestro mayor enemigo no son los problemas sino un espíritu de desgano, de mediocridad que nos hace débiles, flojos.

Es la vida la que está en juego. Y la vida en toda su magnitud, en sus desafíos, en su horizonte último. El Papa Francisco nos alecciona a este respecto cuando se pregunta: “Si los jóvenes no tienen hambre de una vida auténtica, ¿Dónde irá la humanidad? ¿Dónde irá la humanidad con jóvenes quietos y no inquietos?”. El secreto entonces, está en el principio inquietud, en darle a nuestra vida un ministerio nuevo, audaz, creativo: El ministerio de la inquietud y una inquietud saludable.

Nos cuenta el evangelio que una Señora que llevaba dieciocho años con una enfermedad, ya prácticamente incurable desde la perspectiva médica, se acercó a Jesús con una convicción íntima: “Si toco siquiera la franja de su manto, quedaré curada”. Había en Ella una lucha tenaz por la vida. Pero la vida se le iba desvaneciendo. Lentamente. Iba quedando hecha trizas hasta en sus finanzas. Esa vida así triturada, se lanza en el paracaídas de la fe, hecha inquietud saludable, y se sana.

Y un papá que ve cómo su hijita de doce años, se va muriendo, clama a Jesús para que la cure. Es la lucha de cada día por subsistir, es el dolor de ver que la niñez puede acabarse. Y hay una rebeldía interna que clama, que grita. Es la inquietud apasionante por la vida. Pero a su vez, es la convicción de que sólo la vida amasada en fe como principio vital, tiene sentido y puede romper esquemas, puede abrir el horizonte de plenitud. La Palabra de Jesús sigue válida: Ten fe y tendrás vida.

Cochabamba, 01.07.18

jesús e. osorno g. mxy

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