DOMINGO XIV TIEMPO
ORDINARIO CICLO B
CUANDO
LOS DEBILES SE HACEN FUERTES
Ezequiel, Pablo y Jesús
nunca se consideraron fuertes desde sus propias personalidades para llevar
acabo la misión de evangelizar; se fueron haciendo fuertes desde la presencia
del Espíritu de Dios, por medio de la palabra: “El Espíritu entró en mí, hizo que
me pusiera en pie y oí una voz que me decía: Hijo de hombre yo te envío a los
israelitas pueblo rebelde, para que les comuniques mis palabras y sepan que hay
un profeta en medio de ellos” (primera lectura). En decir que la palabra de
Dios es el sentido de su vida y donde encontraban su misión con Israel.
Encontrarse con la Palabra en medio de las dificultades para conocer que quiere
Dios del hombre, como lo hicieron Ezequiel y Pablo con Israel, es lo que da
origen a la historia de la salvación. Y la salvación es lo que Dios hace en
nuestro corazón para sacarnos, salvarnos de nuestros egoísmos.
TE
BASTA MI GRACIA.
Pablo por la experiencia de
la pascua puesta en su corazón comprendió que “le bastaba la gracia” como poder
del espíritu manifestado en la debilidad: Así pues, “de buena gana prefiero
gloriarme en mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo;
por eso me alegro de mis debilidades, los insultos, las necesidades, las
persecuciones y las dificultades, que sufro por Cristo; porque cuando soy más
débil soy más fuerte” (segunda lectura).
La soberbia judía que en no
pocas ocasiones es la soberbia nuestra la sentía Pablo como una espina en la
carne, un ángel de satanás que me apalea para que no sea soberbio”. Pudo haber
sido una enfermedad, la malaria, o un sufrimiento por el rechazo de sus
hermanos en la carne, a la buena nueva de Jesús, o una enfermedad permanente
que se exacerbó en algún momento de sufrimiento o postración. Lo cierto es que
la petición de retiro del mal, siempre recibió esta respuesta: “Te basta mi
gracia, la fuerza se realiza en la debilidad”. Pablo pasa por esta experiencia
cuando acepta el aguijón de la carne, es decir, su debilidad, y empieza a
sentir la gracia de Dios como su única fuerza. “la espina en la carne” pudo
haber sido la marca más permanente de Tarso en la vida de Pablo.
LA
INDIFERENCIA INVISIBILIZA
Si Jesús no era ningún otro
distinto a los paisanos ¿qué podría entonces, aportarles? Quizás lo encontraron
demasiado humano para ser salvador de ellos, a lo mejor Jesús así tan humano
era un obstáculo no creíble para la salvación que esperaban de lo alto y más
tarde. No se dignan pronunciar su nombre, se refieren a él despectivamente con
pronombres: “dónde aprendió, ese”, “de dónde” esa” sabiduría y “ese” poder de
hacer milagros; no es “ese” el carpintero”. Le dicen que es hijo de María con
el fin de no nombrar a su padre, manera de considerar digna una persona por
cumplir las tradiciones familiares, como lo era José.
Asombrarse de alguien puede
hacer parte de su desconocimiento. ¿Cómo es posible que se desconozca un judío
que va todos los sábados a su Sinagoga de Nazaret donde había participado antes
en la lectura y explicación de la escritura? El ego social de Nazaret podría
tolerar que alguien extraño fuera más importante que Jesús, pero era
intolerable que el personaje estuviera tan cercano, era un vecino. Lástima que
la religión nos haya hecho creer que la salvación es externa, diferente a
nosotros, sin novedad interna y presente y como un problema del futuro. La
religión, como la judía, está tan estructurada y sólida en su práctica que no
tiene motivos, ni da espacios o requiere tiempos para la más original y
necesaria experiencia de la humanidad, la experiencia pascual.
La indiferencia con Jesús
es común y corriente hoy porque son muchos los que han tenido información sobre
Jesús, pero aún no creen en él, pero aún no creen que pueda transformarlos.
Otros conocen al Jesús histórico quizá por los relatos de los evangelios sin
kerigma; careciendo, por tanto, de la experiencia del resucitado para tener un
encuentro con él que nos cambió interiormente como les ocurrió a los discípulos
de Emaús. La mayoría de católicos han crecido en los amplios campos del saber
humano o la razón, dejando su vida adulta sin el resucitado, a nivel de la
religión natural.
Jesús dice que la salvación
no está en las promesas de la civilización actual sino en una nueva manera de
ser, una forma distinta de vivir y nueva mentalidad ante la vida. Pero es
necesario escoger entre dos maneras de vivir, dos palabras, dos sabidurías, el
mundo o Jesús. Si lo nuestro no es del todo un rechazo si es una indiferencia
escandalosa que impide al Espíritu del resucitado obrar en nuestro interior
renovando la confianza que llamamos fe.
“Todos honran un profeta,
menos los de su tierra, los parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí
ningún milagro, solo curó algunos enfermos
imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella
gente; y ahora de la nuestra. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos”.