14ª semana del tiempo ordinario. Jueves: Mt 10, 7-15

La parte del evangelio que hemos leído hoy forma parte de una serie de instrucciones que Jesús da a los apóstoles para evangelizar. No es que les diera las instrucciones todas juntas y una sola vez, sino que san Mateo, lo mismo que hace en el sermón de la montaña con las instrucciones para poder ser discípulos de Jesús, también aquí reúne en un discurso lo que les habría dicho en varias ocasiones para ser buenos evangelizadores. Estas instrucciones también sirven para todo cristiano, porque por el hecho de ser bautizados tenemos la responsabilidad de extender el Reino de Dios por el mundo. Algunos tendrán una llamada especial; pero todos debemos seguir a Jesús dando testimonio en el trabajo, en el hogar y procurando que otros Le sigan.

Lo primero que hoy les dice a los apóstoles es que deben predicar que el Reino de Dios se acerca. Aquí entra el tema y motivo principal de nuestras preocupaciones en la evangelización. No es fácil, porque estamos inmersos en acontecimientos materiales y sentimientos terrenos. Hay predicadores que se quedan demasiado en la parte política o en los intereses materiales. También hay mucha gente que cree que predicar el Reino de Dios es hablar solamente del espíritu y “quedarse en la sacristía”. El Reino de Dios está cerca, nos dice el Señor. Y cerca están las preocupaciones materiales. Lo difícil es poner el espíritu en todos esos intereses. Con frecuencia vemos a los obispos y otras personas de Iglesia hablar de política o de elecciones, etc. Será muy bueno, si se hace con buen espíritu y se busca con ello el Reino de Dios.

¿Y cómo podemos saber esto? Pues Jesús nos da aquí unas normas concretas para actuar y para juzgar un poco a los evangelizadores. Digo “un poco”, porque Jesús nos enseñó a no juzgar y es difícil conocer los motivos de las diversas actuaciones. Lo primero dice Jesús que debe tener el predicador, es la pobreza. En esto es muy difícil juzgar porque el mundo es muy complicado y las circunstancias de cada uno y de cada lugar son diversas; pero sí debe haber una tendencia hacia ella y sobre todo un desprendimiento de las cosas terrenas. Cuando uno se mete en política, en todos los países del mundo, normalmente enseguida aparecen los intereses materiales y no tanto el deseo de que el pueblo esté mejor. Desgraciadamente también hay mucho de esto entre predicadores de la verdad y del bien. Una señal de que se busca el Reino de Dios es cuando no hay intereses materiales. Esto se debe palpar y sentir.

Otra señal es la búsqueda de la paz, no sólo cuando está predicando, sino en todo su actuar. Así cuando es recibido en una casa y cuando se despide. Dicen los entendidos que la frase que dice Jesús de que vayan “sin bastón” significa una actitud de paz. Claro que si a uno le fallan las piernas, bueno es llevar bastón para ayudarse; pero en aquel tiempo llevar el bastón significaba llevar un instrumento de defensa, pues el bastón servía de una manera especial para defenderse de salteadores. De hecho el que tiene pequeña mochila y poco que guardar teme menos a los ladrones.

Todo esto es un toque especial para que confiemos un poco más en la Providencia divina, que no es lo mismo que vivir “alegremente” sin cuidar lo nuestro. Como en todas las ideas cristianas, uno puede pasarse por ambos lados. Lo difícil es quedarse en el medio. Pero debemos confiar más en Dios que no nos abandona, sobre todo cuando uno desea hacer algo tan bueno como es una obra de evangelización.

El confiar en Dios no quiere decir que todos nos reciban bien. Habrá unos que nos reciban bien y otros nos recibirán mal. Lo importante es que cada uno haga lo que tenga que hacer, habiéndolo determinado en la presencia de Dios. Si, después de que se ha hecho lo mejor, los demás no lo aceptan, entonces haremos lo que dice Jesús: “sacudir el polvo de las sandalias”. Es una expresión como decir: Yo he hecho lo que he creído que era la voluntad de Dios. Si los demás no lo hacen, allá ellos: Dios les juzgará un día, como también recompensará a quien busca la paz y el bien.