DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO  CICLO B

SOMOS LLAMADOS PARA SER ENVIADOS.

En la medida que Jesús sentía y era consciente que el amor de Dios en forma de compasión y bondad lo invadía, se dedicó a llamar y enviar gente que, invadida y transformada por el Espíritu del resucitado como forma de vida, colaboraran con Dios para trasformar a otros. Esto era lo que constituía la comunidad de los discípulos. Amós siendo apenas un visionario laico, pastor y cultivador de higos fue constituido por Dios para servir a la comunidad de Israel como profeta. “El Señor me sacó de junto del rebaño y me dijo ve profetiza a mi pueblo” (primera lectura). La misión de Amós fue también interrogar al reino del sur, particularmente a la capital Jerusalén, acerca de su espíritu de prosperidad injusta por ser exclusivamente material; y advertir la necesidad de conversión.

EL AGRADECIMIENTO DEL ENVÍO.

Pablo da gracias por él y nosotros por ser hijos de Dios mediante el resucitado, su hijo amado, por quien hemos recibido la redención, el perdón de los pecados; dándonos a conocer en su mismo hijo qué quiere Dios de nosotros, lo que llamamos “voluntad de Dios”, que no es nada distinto a tener en nuestro corazón la garantía de nuestra herencia; mientras con nuestra colaboración, llega la liberación de la gente; “para alabanza de su gloria” (segunda lectura).

A todos los que Jesús llama es para enviarlos como testigos de su compasión con los demás.

LA IGLESIA NO SE PUEDE SUPONER

Suponer la iglesia o negarla para el envío a nombre del resucitado; es una autogestión que en lugar de hacernos creyentes nos podría “hacer buenos” inflando nuestro ego particular o grupal llenándolo de devociones, oraciones y prácticas que buscan mejorar y “recargar” nuestra vida llamada espiritual; sin caer en cuenta que el envío siempre termina en el amor al prójimo, como voluntad de Dios.

En el envío en comunidad, de dos en dos, el equipaje significa impedimento; por tratarse de los espíritus de la cultura (in-mundo) que hacen al hombre y la sociedad más inhumana. Jesús les da autoridad sobre el mal propio y ajeno como el mejor servicio y ayuda a la dignificación de la vida.