17ª semana del tiempo
ordinario. Domingo B: Jn 6, 1-15
El domingo pasado veíamos
cómo Jesús, después del trabajo misionero de los apóstoles por aquellos
pueblos, les quiso dar unas pequeñas vacaciones retirándose a un lugar
tranquilo; pero veíamos cómo la multitud de gente, deseosa de escuchar la
palabra de Jesús, les fue siguiendo, de modo que Jesús tuvo que comenzar de
nuevo a enseñar su palabra y a instruirles sobre las cosas del Reino de Dios.
Pues bien, así siguieron todo el día y, como estaban en terreno más bien
desierto, se encontraron con un problema. Y es que la mayoría de la gente, por
el deseo de seguir a Jesús, no había llevado comida y el hambre se cebaba en
toda aquella multitud.
Hoy se nos narra el gran
milagro de la multiplicación de panes y peces. Tuvo que hacer mucho impacto
entre la primitiva cristiandad, pues es de las pocas cosas que narran los
cuatro evangelistas, y dos lo narran dos veces. Hoy, después de la narración el
día anterior del evangelio de Marcos, se nos expone este milagro narrado por
san Juan. La razón principal es para continuar en los domingos siguientes
exponiéndonos la proclamación de
Jesús se da cuenta de la
necesidad que tiene la gente y busca alguna solución. Esto ya es una enseñanza
para nosotros. En el mundo hay muchas necesidades en todos los sentidos,
materiales y espirituales. Algo debemos hacer. Seguramente podremos muy poco,
pero eso poco es lo que nos pide el Señor. Jesús “ya sabía lo que iba a hacer”.
Así nos dice el evangelista; pero quiere la colaboración de los suyos. Habla
con Felipe y Andrés. Solían ir juntos, pues eran muy amigos y del mismo pueblo.
Felipe calcula sobre la cantidad de dinero que haría falta, pero no tiene
confianza. Andrés encuentra una solución, un muchacho tiene unos poquitos panes
y peces; pero es una solución tan pequeña, que le falta confianza: “¿Qué es
para tantos?” A Jesús le basta eso poco. Dios no suele hacer las maravillas del
espíritu con grandes medios materiales. Así se ve en toda
La gente al final quedó
entusiasmada. Jesús había hecho algo que era muy bíblico: el dar milagrosamente
de comer. Algo así como el maná del desierto o el agua o las codornices. Esto
era señal de que era el Mesías. Esto era cierto; pero lo que no era verdadero
era la idea que tenía la gente sobre la mesianidad.
Muchos sólo tienen ansias materialistas y le quieren hacer rey a Jesús. Piensan
que con tener a Jesús han solucionado el problema del hambre y de las ansias
materiales. Pasa hoy día en algunos que se acercan a la religión y a
Es muy posible que los
apóstoles participaran en este entusiasmo popular. El hecho es que Jesús,
viendo todo ello, les mandó a los apóstoles que se fueran a la barca, despidió
a la gente y se fue solo dentro del bosque para orar. Aquel entusiasmo
materialista de la gente era como una tentación para Jesús. Muchas tentaciones
debemos vencer con la oración, pues muchas veces de lo espiritual sólo buscamos
soluciones materiales. Lo que Dios medirá al final y premiará será el grado de
amor que hayamos puesto en la decisión de que Dios actúe a través de lo
nuestro.