17ª semana del tiempo ordinario. Jueves: Mt 13, 47-53

Desde la semana pasada la Iglesia nos está presentando en el evangelio el capítulo 13 de san Mateo, en el cual el evangelista reúne algunas parábolas de Jesús. Era una manera de enseñar lo que entiende por el Reino de Dios, que ya está entre nosotros y que tendrá su plenitud en la gloria eterna. Hoy, terminando la relación de las parábolas, nos narra dos más breves, pero que nos siguen dando grandes enseñanzas.

La primera es sobre la red que se echa en el mar. Por medio de las parábolas Jesús se hace cercano a la gente. Muchos son agricultores o viven en el campo, y les habla de simientes, de trigo, de semillas. O son amas de casa y les habla de levadura para hacer la masa del pan. Pero hoy parece ser que está a la orilla del lago, donde hay muchos pescadores y les expone el ejemplo de la red. Cuando unos pescadores recogen la red, hay de todo: hay peces de gran valor para el comercio y para la comida, hay también muchas suciedades y hay peces que ellos llaman “malos”, no porque tengan enfermedades o algo parecido, sino o porque son de mala calidad o más bien porque son tan pequeños que no merece la pena sacarlos, sino que más bien los deben volver al mar para que se hagan más grandes. Esto le sirve a Jesús para exponer una idea muy parecida a lo que había expuesto en la parábola del trigo y la cizaña: Que en esta vida hay mezcladas personas buenas y malas, por lo que debemos tener paciencia, ya que será el Señor quien al final de los tiempos separará a los buenos y los malos para darles el premio o el castigo, según sus merecimientos.

Parece ser que hay una diferencia entre estas dos parábolas, en el sentido de que en la parábola del trigo y la cizaña las personas buenas y malas están mezcladas en el mundo en general. En esta parábola de la red que recoge toda clase de peces, buenos y malos, parece ser que se refiere a la Iglesia, o sea a la comunidad eclesial, a los que hacen profesión de pertenecer a ella. En el Reino de Dios en la tierra hay mucha gente buena, de buen corazón; pero también hay otros que podemos llamar oportunistas, gente que se quiere aprovechar de la religión para progresar en lo material. En realidad, cuando se trata de los pescadores, ellos son los técnicos que saben distinguir bien cuáles son los peces buenos y cuáles los desechables. No basta distinguirlo, sino que se necesita valentía para rechazar lo malo. En la vida del espíritu Dios será el que juzgue al final del tiempo, aunque ponga a los ángeles como instrumentos para hacer la separación. Si Dios, que es tan bueno y misericordioso tiene que pronunciar una sentencia tan terrible contra los malos, no es para atemorizarnos, sino para advertirnos seriamente del gran mal que nos hacemos a nosotros mismos con el pecado.

Es muy importante que entendamos esto. Por eso les pregunta Jesús: ¿Habéis entendido? Este entender es acoger con el corazón para que saquemos consecuencias saludables para nuestra vida. Y termina Jesús con otra parábola más pequeña. Se da cuenta que entre los oyentes hay gente más o menos ilustrada, como los escribas, que se creen “dueños del saber” y que no admiten lo de Jesús simplemente porque son mensajes novedosos. Y nos dice a todos nosotros que un buen entendido en el Reino de Dios debe saber aprovechar lo bueno que hay en lo antiguo y en lo nuevo. Esto tiene vigencia hoy porque hay personas, que se llaman “tradicionalistas” que parece que sólo ven bueno en lo antiguo. Y hay personas, que se llaman más “progresistas” que sólo ven bueno lo que es nuevo. Hay cosas buenas de antes y las hay de ahora. El sabio, según Jesús, es quien tiene el suficiente discernimiento para escoger lo bueno y lo provechoso para el bien del espíritu, sea viejo o sea nuevo, sea antiguo o sea moderno. Necesitamos por lo tanto un don para discernir. Quizá no se trata tanto de sabiduría aprendida en los libros, cuanto dejarse llevar por los dones del Espíritu Santo, que habita en nuestra alma, y quiere darnos la sabiduría, la ciencia divina. Pidamos con insistencia esos dones para seguir mejor los caminos del Señor.