COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
vigésimo durante el añ, Ciclo B
Evangelio
según San Juan 6,51-58 (ciclo B)
Jesús dijo a los judíos: "Yo soy
el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el
pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían
entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su
carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne
del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así
como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de
la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
EUCARISTIA:
ALIMENTO QUE FORTALECE
No podemos explicitarnos demasiado,
pero ciertamente hay dos elementos a considerar. El primero es que Dios se ha
hecho Hombre, se ha hecho carne en el seno virginal de María -lo divino y lo
humano- y nos ha participado. Cuando nos encontramos y nos topamos con Cristo,
es con el verdadero Dios y verdadero Hombre, el Mesías, el Señor. Se ha hecho
uno de nosotros en todo menos en el pecado. Allí la divinidad y la humanidad
están, sin confusión, presentes en Jesucristo.
Este Cristo, que viene a salvarnos, va
a dar la vida por nosotros en la cruz y anticipándose a esa crucifixión se hace
presente en la Ultima Cena diciendo “coman y beban, esta es mi nueva y antigua
alianza, háganlo en conmemoración mía.” Y ahí está presente, se quedó en la
Eucaristía.
Eso se llama AMOR DE DIOS, pero
también se llama PARTICIPACION, nos participa, nos comparte nos invita, nos
alimenta, se nos da. Quien lo recibe, está recibiendo LO ETERNO. De allí la importancia
de saber que estamos recibiendo LO SAGRADO; lo propio por excelencia de Dios es
lo sacro, lo santo, lo absoluto, y lo recibimos. Entra la vida de Dios en
nosotros y se va despejando, alejando, todo vestigio de muerte y toda
consecuencia de pecado. El alimento Eucarístico nos fortalece, nos robustece y
nos purifica.
Por último, ante estas dos realidades
está la concreción de no quedarnos simplemente en el rito sino que también
tiene que incidir en la vida; es una comunión con Dios, una comunión con uno
mismo y es una comunión fraternal, con los hermanos. Por eso no puede haber
falsedad, no puede haber una cosa in-auténtica. Tiene que haber un sentido de
repercusión hasta social, de responsabilidad, de fraternidad, de cómo tratamos
a Dios y a nuestros hermanos.
La fe nos compromete para que vivamos
responsablemente en el trato con los demás. No puede haber mentira, no puede
haber doblez. Porque si hubiera mentira o doblez, todavía no hemos comprendido
la fuerza de la presencia de Jesús, en la Eucaristía
Seamos conscientes de esto y que lo
tomemos en serio. Tan “en serio” como lo es Él mismo, que jugó su vida y no
tenemos derecho a despreciarla.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén