TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXI B
(26-agosto-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Dos
preguntas que desacomodan e interpelan
ü Lecturas:
o Libro
de Josué 24, 1-2. 15-17. 18
o Carta
de san Pablo a los Efesios 5, 21-32
o Juan
6, 55.60-69
ü El
paso del tiempo unas veces juega a nuestro favor y otras veces nos afecta.
Pensemos, por ejemplo, en el sufrimiento que nos causa la pérdida de los seres
queridos; gracias al paso del tiempo, ese dolor se va mitigando y podemos
elaborar el duelo. Igualmente, el paso del tiempo significa desgaste,
deterioro; esto lo sentimos, ante todo, en nuestro cuerpo, que va perdiendo el
vigor de la juventud y nuestra autonomía se ve comprometida. El paso del tiempo
también significa desgaste y deterioro de nuestros afectos y opciones. La rutina
termina por marchitar las ilusiones que nos llevaron a emprender generosos
proyectos de amor y servicio.
ü Conscientes
de este desgaste natural, es conveniente hacer un alto en el camino para reflexionar
de dónde venimos, para dónde vamos y qué sentido tiene lo que hemos hecho.
ü Este
es el contexto de dos pasajes bíblicos que la liturgia de este domingo propone
a nuestra consideración. En los dos textos, del Antiguo y del Nuevo Testamento,
encontramos dos preguntas que sacuden a los interlocutores y los obligan a reflexionar.
Detengámonos a analizar las dos situaciones.
ü Josué
ha sucedido a Moisés como líder del pueblo de Israel. Un liderazgo difícil
porque es una comunidad rebelde, indisciplinada, que no acaba de asumir el
monoteísmo y sigue atraída por las prácticas paganas de los pueblos vecinos.
ü Josué
los confronta: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren
servir: ¿a los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro lado del río
Éufrates, o a los dioses de los amorreos en cuyo país ustedes habitan? En
cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor”. Esta pregunta de Josué
pretende sacar al pueblo de la ambigüedad en que estaba y sus ires-y-venires entre el monoteísmo y el politeísmo.
La situación no podía continuar. Se necesitaban definiciones.
ü Pasemos
al Evangelio. Las palabras de Jesús han suscitado un gran escándalo entre los judíos
que lo escuchaban: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida. Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: Este modo de
hablar es intolerable, ¿quién puede admitir esto?”.
ü ¿Cómo
maneja Jesús esta difícil situación? Su liderazgo es firme; como Josué, confronta
a la gente: “Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También ustedes quieren
dejarme?”. Jesús no tolera la indecisión: se van o se quedan, pero sin zonas
grises. Exige tomar una posición clara. A medida que avanzan en su proceso de
formación, los Doce van descubriendo la radicalidad de la propuesta de Jesús,
que los invita a asumir el Sermón de las Bienaventuranzas como fuente de
inspiración, y se dirige a Jerusalén para entregar su vida. Su invitación a seguirlo
no significa, pues, riqueza o poder.
ü Ante
los cuestionamientos de Josué y Jesús, ¿cómo reaccionan sus interlocutores?
o “El
pueblo respondió: Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros
dioses, porque el Señor es nuestro Dios; Él fue quien nos sacó de la esclavitud
de Egipto, el que hizo ante nosotros grandes prodigios, nos protegió por todo
el camino que recorrimos y en los pueblos por donde pasamos”. Así, pues, ante
la confrontación que hace Josué, el pueblo ratifica su fidelidad al Dios de la
Alianza.
o Ante
la confrontación que Jesús hace al grupo de los Doce Apóstoles, Pedro asume la vocería:
“Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna; y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios”. Así ellos
confirman su decisión de seguir a Jesús.
ü Estas
dos escenas, de confrontación y confirmación de una opción, revisten gran
importancia. ¿Qué enseñanzas nos dejan? En la vida, es necesario detenerse para
reflexionar, evaluar y proyectar. Con el paso del tiempo, es posible que se haya
perdido el entusiasmo original de nuestra vocación. Hay que preguntarnos por
las motivaciones e ilusiones que nos llevaron a emprender un camino determinado.
La rutina es el gran enemigo. Por eso son tan importantes las celebraciones de
los aniversarios con sus ritos propios (brindis, comida, revisión de los
álbumes fotográficos, etc.). Es un mal síntoma cuando estas fechas pasan desapercibidas.
ü Hay
que atizar el fuego del amor conyugal. El cuidado de los hijos y las luchas
cotidianas pueden haber deteriorado la capacidad de compartir y dialogar entre
la pareja. Hay que entender que el amor conyugal pasa por diversas etapas y es
necesario reinventarlo en cada una de ellas.
ü Hay
que reavivar la ilusión de la vocación sacerdotal. Como todo en la vida, es posible
que la rutina haya podido contaminar la celebración diaria de la Eucaristía.
Por eso es tan importante que el sacerdote haga sus Ejercicios Espirituales cada
año para intensificar su comunicación con el Señor Jesús y volver a sorprenderse
por haber sido escogido para proclamar la Palabra y comunicar la vida divina a través
de los Sacramentos de la Iglesia.
ü Hay
que renovar la acción evangelizadora de la Iglesia y anunciar el gozo del
Evangelio, como nos lo recuerda el Papa Francisco. La Iglesia puede quedar
atrapada en los trámites burocráticos y permanecer encerrada en los despachos
parroquiales. El Papa Francisco nos invita a ser una Iglesia en salida, que
toma la iniciativa para encontrarse con todos aquellos que necesitan el anuncio
de la salvación.
ü La
pregunta que Josué hace a la comunidad de Israel y la pregunta que Jesús hace
al grupo de los Doce son una fuerte interpelación respecto a la solidez de sus
principios y opciones. No permitamos que la rutina nos invada y termine
anestesiando nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra capacidad de amar. Tenemos
que reinventarnos cada día y volver al entusiasmo de las opciones originales,
acomodándolas a los nuevos escenarios que nos va presentando la vida.