DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO  CICLO B

 

DESDE JOSUE, PABLO Y EL RESUCITADO

 

Nunca estaremos satisfechos por todo cuanto se ha dicho, por lo que falta aún decir sobre Josué. Es muy poco que sea un libro el que lleve el nombre de Josué, el de la conquista de la tierra prometida (el don de una conquista).

Desde las gestas del éxodo aparece fiel a Dios e hijo espiritual de Moisés quien lo tiene como digno sucesor: “Moisés le dijo en presencia de todo Israel: Sé fuerte y valiente porque tú has de introducir a este pueblo en la tierra que el Señor, tu Dios, prometió dar a tus padres, y tú les repartirás la herencia. El señor avanzará ante ti. Él estará contigo, no te dejará ni te abandonará. No temas ni te acobardes” (Dt 31,7-8). Así Josué introdujo a Israel en Canaán, donde convocó una gran asamblea para ratificar la alianza del Sinaí y asegurar la fidelidad de Israel en torno Yahveh. “Si no os parece bien servir al señor escoged hoy a quien queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados, a este del Éufrates (Abraham) o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis: yo y mi casa serviremos al señor”; el pueblo respondió: ¡lejos de nosotros de abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El señor es nuestro Dios…” (primera lectura).

 

Josué siempre procuró mantener la tradición de sanar la seducción de los ídolos que rondaban a Israel: “guardaos sin dejaros seducir ni os desviéis sirviendo a dioses extranjeros y postrándoos ante ellos (Dt 11,16). Siquén pudo haber significado con la federación de las tribus el abandono de los ídolos de las religiones locales. De ello dan razón la profesión de fe de la asamblea con la formula litúrgica, el dialogo de Josué con el pueblo como compromiso de fidelidad a Yahveh, la ratificación del pacto con la piedra de conmemoración (la estela) y el reenvío de la comunidad.

 

LAS PRIMERAS FAMILIAS, TRIBUS.

 

Desde Siquén las diversas tribus, familias de Israel junto a sus autoridades, cuando estaban en comunidad, que desde entonces era la presencia del Señor; recibieron una advertencia para seguir viviendo en comunidad: “Si no les agrada servir al Señor digan aquí y ahora a quien quieren servir, a los dioses que sirvieron sus antepasados o al de los Amorreos. Luego les puso un ejemplo: “Mi familia y yo serviremos al Señor” (Primera lectura). Hagámonos en familia la misma pregunta: ¿A quién sigue nuestra familia ahora? A Jesucristo el resucitado o los dioses actuales: el dinero, el ego, la corrupción, las redes sociales o la injusticia.

 

LA FAMILIA PRIMERA COMUNIDAD.

 

Pablo quiere para nuestras familias y comunidades que continúen la tradición de Siquén en las nuevas comunidades originadas de la transformación del Espíritu en los creyentes: “Respétense unos a otros por fidelidad al resucitado, Tanto mujeres como hombres, sujetos unos a otros en el amor de Cristo”; sin estructuras piramidales ni canonización ideológica como si fuera una ley natural porque Jesús también dijo: “Así los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpo suyos que son. Los esposos no son los señores de sus esposas; este título solo le pertenece a Cristo. “Este es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y la Iglesia”. Lo que dice Pablo no está ligado a ninguna situación cultural dada.

 

COMUNIDAD Y EUCARISTIA.

 

En el grupo de discípulos las simpatías por Jesús se mezclaron con una cierta reserva a expresiones que consideraron duras como: “Todo el que come mi carne y bebe mi sangre” “¿quién puede aceptarlas?” “¿Para qué continuar siguiéndolo? Entonces dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a dónde quién vamos a ir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Evangelio).  

 

Hoy, el problema está resuelto porque el sitio para esta profesión de fe pascual ya no es el calvario, sino la asamblea litúrgica, la comunidad cuando celebra la memoria de la muerte y resurrección del Señor para orientar su vida en todos los niveles; reconoce que el Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha” (evangelio).

 

Por la comunidad podemos vivir y celebrar la comunión eucarística, que es algo totalmente distinto a “ir a misa, oír misa, cumplir el precepto dominical o mandar a decir una misa. Por la eucaristía en comunidad somos los testigos de la resurrección de Jesús