XXII
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Contra
la hipocresía y la doble vida
La necesidad de transformación del corazón
Retomamos
este domingo la lectura del Evangelio de Marcos (Mc 7,1-8a. 14-15. 21-
23)
y nos encontramos con un texto en el que Jesús apunta claramente hacia la
transformación del corazón humano, haciendo una crítica fuerte al mundo
fariseo, aferrado a las tradiciones humanas de contenido cultual y de estilo
puritano que no corresponden con la verdadera fe en Dios. Jesús los califica de
hipócritas y confirma que su corazón está lejos de Dios, pues practican un
culto exterior y de apariencias sin considerar que el culto que Dios quiere es
la transformación del corazón, pues en el corazón es donde anidan las
verdaderas impurezas que destruyen al hombre: los malos propósitos, las
fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes,
desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.
Frente a todo tipo de vicios la palabra del Evangelio es
regeneradora
La
erradicación de cada uno de los vicios contenidos en este catálogo para llevar
una vida auténticamente cristiana se orienta hacia las raíces de lo que el Papa
Francisco denomina un cambio redentor cuando pide a todos el cambio del
corazón. Ese catálogo de vicios es una forma literaria frecuentemente utilizada
en los catálogos morales del Nuevo Testamento. La mayor parte de los vicios
aquí enumerados aparecen también en las series de Rom
1,29-31; 1 Cor 5,8; 2 Cor
12,16-20; Gál 5,19-21; Col 3,8; 1 Tim 6,4; Tit 3,3. Esto es indicio de la existencia de un esquema
formal de ruptura con el modo de vida anterior a la experiencia de la fe en
Cristo, que probablemente formaba parte de catequesis de la comunidad cristiana
primitiva. Ante todos esos vicios como males que atrapan al ser humano en sus
relaciones con los demás, es importante oír la llamada a la conversión para que
nadie desoiga la palabra de la verdad, la palabra del Evangelio, que quiere
generar en nosotros un corazón nuevo, a partir del cual se pueda dar un cambio
en las personas y en las estructuras sociales.
La carta de Santiago critica radicalmente la doble vida y la
incoherencia personal
En
esta misma perspectiva se sitúa la carta de Santiago. La mayor crítica radical
del Nuevo Testamento a la doble vida y a la ambigüedad mediocre se encuentra en
esta carta. Escrita probablemente a finales del s. I, de carácter didáctico y
con una orientación ética propia de un maestro de la comunidad cristiana, que,
en coherencia con su fe en Cristo, en el lenguaje sapiencial y bíblico del
hombre religioso y con la fuerza crítica e interpelante del profeta, Santiago
responde a algunos problemas candentes de aquel momento, y también del nuestro,
saca las consecuencias fundamentales del mensaje de Jesús en orden a una vida
auténticamente cristiana y alza su voz de alerta ante la posibilidad de que la
religiosidad se convierta en una farsa, la palabra en un veneno mortal, la ley
en una trampa, y la fe inoperante en un cadáver. Santiago hace una llamada a
vivir el espíritu cristiano dentro y fuera de la comunidad bajo el signo de la
autenticidad, con coherencia de criterios y con un rotundo rechazo a la doble vida
(Sant 1,8; 4,8).
La doble vida está en el origen de los abusos sexuales a menores
La
doble vida puede ser una de las señales de la hipocresía de nuestro tiempo en
el ámbito moral, que está a la base de todo tipo de corrupciones, engaños y
frivolidades. Sin embargo entre sus peores manifestaciones se encuentra sin
duda, en el interior de la misma Iglesia, el fenómeno de los abusos sexuales a
menores perpetrados por personas de gran responsabilidad eclesial como son los
clérigos. La pederastia y la pedofilia, junto a los abusos de poder y de
conciencia, están siendo afrontados contundentemente por el papa Francisco de
la manera más digna posible, es decir, pidiendo perdón a las víctimas y al
mundo por el terrible daño cometido, investigando a fondo y con firmeza los
delitos para actuar en consecuencia, y finalmente marcando pautas de prevención
en los procesos de formación y preparación de los clérigos.
La palabra de Dios requiere capacidad de escucha y audacia
Frente
a la doble vida, al engaño y a la corrupción, en el fragmento epistolar que hoy
se lee en la Iglesia (Sant 1,17-27) la Palabra de
Dios es protagonista. La palabra creadora y salvadora de Dios transforma al
hombre convirtiéndolo en primicia de las criaturas. La escucha activa de esta
palabra de Dios revela al hombre su identidad más profunda y constituye el
camino de la auténtica felicidad. La exhortación de Santiago exige dos
actitudes básicas también en nuestro tiempo: la disponibilidad para escuchar y
acoger la palabra, sobre todo, la palabra de la salvación injertada en
nosotros; y la audacia para ponerla en práctica. Esta palabra, que se
identifica con la ley perfecta de la libertad (Sant
1,25), es el mensaje del evangelio por el que los bautizados hemos nacido a una
vida nueva. En medio de la sobreabundancia de palabras de nuestra sociedad esta
carta actualiza un nuevo valor: la escucha; y frente a la superficialidad
pasajera de tanta palabrería la propuesta de tomarnos muy en serio la palabra
salvífica. Poner en práctica esta palabra implica, por tanto, la ruptura con
todo tipo de ambición, de ira o de maldad y requiere la integridad de una
conducta que corresponda a la identidad de hijos de Dios (Sant
1,18).
Donde hay engaño no puede haber religiosidad auténtica
El
capítulo concluye contraponiendo la religiosidad vacía a la religiosidad
auténtica, pura y sin tacha (Sant 1,26-27).
Continuando con el tema de la palabra, planteado anteriormente, estos
versículos abordan un problema real y siempre actual: la palabrería o el
descontrol de la lengua puede afectar a la religión hasta reducirla a unas
prácticas de piedad, a una religiosidad puramente externa, a una cuestión
teórica o a una desvinculación entre la fe y la vida. Es el peligro que
encierra todo lenguaje formalista y desencarnado de la vida y de la historia,
de lo cual no está exento el cristianismo desde sus comienzos. Por ello la
respuesta de la carta es tajante: no se puede hablar de experiencia religiosa
mientras exista algún tipo de engaño o autoengaño, o se pretenda legitimar,
sólo con palabras, conductas que desdicen mucho del evangelio o van contra el
prójimo o contra los más necesitados, especialmente las enumeradas en el
Evangelio de hoy, las aludidas en la carta de Santiago y las referidas como
escandalosas en el momento actual.
La auténtica religiosidad consiste en atender a los marginados
Contra
una religiosidad inoperante y muerta, Santiago describe la religión auténtica
según Dios Padre: atender a los marginados e indefensos, de los cuales eran
prototipo, desde el Antiguo Testamento, los huérfanos y las viudas (véase Eclo 4,10). A los huérfanos y viudas hay que añadir también
a los inmigrantes, tal como hacen las tradiciones legales del Pentateuco y las
tradiciones proféticas cuando hablan de la tríada de la pobreza. El culto
realmente agradable a Dios es el amor al hermano, haciéndose cada uno prójimo y
cercano a los más necesitados. La distancia respecto al mundo no debe
entenderse como una huída del mundo porque éste sea
malo en sí mismo, sino en cuanto éste se encuentra regido por la ambición y la
riqueza, por las apariencias y la doble vida moral, valores opuestos a la
palabra de la verdad, en la que los cristianos han sido engendrados para una
vida nueva. En el mes de Septiembre, dedicado en Bolivia especialmente a la
Palabra de Dios, dejemos que la luz del Evangelio nos haga vivir en una mayor
autenticidad y coherencia de vida, poniendo en práctica la Palabra de la
verdad, el Evangelio del amor y de la alegría, que genera auténticos procesos
de cambio del corazón.
José
Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura