DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO CICLO B
RESPONDAMOS DESDE NUESTRO INTERIOR
Al leer los evangelios
no podemos suponer la resurrección de Jesús. Desde la experiencia pascual Jesús
nos pregunta como nuevos discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?". Dejemos de paso lo aprendido o escuchado así sea doctrinalmente
correcto; se trata de la vivencia personal del kerigma, muerte y resurrección
de Jesús, depositado en nuestro corazón por el bautismo en el Espíritu. Esta
respuesta es personal y única porque tiene la medida de la Encarnación en cada
creyente.
Con razón la enseñanza
de Jesús, en el evangelio de hoy, comenzó sorpresivamente, con el anuncio de su
propia muerte-resurrección. Sin embargo, el modo como se narran estas
"predicciones" es post pascual, es decir: describen lo que ya
ocurrió. Este anuncio se repetirá por tres veces (Mc 8,31-33; 9,30-32 y
10,32-34); teniendo en cuenta lo ya ocurrido con los responsables de la condena
de Jesús, que componían el tribunal judío o Sanedrín: los ancianos (o
senadores), los sumos sacerdotes (o jefes de los sacerdotes) y los maestros de
la ley (o doctores, o letrados, teólogos oficiales del grupo de los fariseos).
Pedro no está dispuesto
aún para aceptar la propuesta del resucitado porque choca con toda la creencia
judía y la propia "idea" que tenía acerca del Mesías. Jesús camina en
dirección totalmente opuesta a la ambición de satanás, personificaba en Pedro;
por lo cual no permite que su vida y su cruz sean definidas, por alguien desde
fuera como lo intenta Pedro sino por El mismo.
LA EXPERIENCIA CAMINO DE VIDA.
La pregunta puede
responderse mejor como relato de experiencia acerca de cómo me está
trasformando hoy el resucitado desde mi interior haciéndome menos egoísta en
razón a la compasión y libertad de espíritu para amar y servir a los demás; en
quiénes Dios está presente. La fe se activa por el amor como nos lo dice
Santiago en la segunda lectura: “¿De qué le sirve a
uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con las obras ¿Acaso podrá salvarlo
esa fe?”. Y refiriéndose a algún hermano o hermana pobre desatendido, dice:
“Así pasa con la fe si no traduce en obras; …sin obras
me demuestras tu fe; yo, en cambio, con mis obras te mostraré mi fe”.
No deja de ser
significativo que luego de lo ocurrido con Pedro, Jesús llame a los discípulos
y la gente para proponerles: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida,
la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará”. Quien
vive para sí mismo pierde la vida y su destino es la muerte. Por el contrario,
quien permita que el Espíritu descubra desde su interior la muerte al egoísmo,
para renacer; descubre como Pablo el hombre nuevo, incluyente, diferente al
antiguo de un ego excluyente. La acción del Espíritu modifica toda la vida;
incluso la visión del pobre fracturado por la sociedad y la religión.
Unos minutos de
interiorización para disfrutar y agradecer las actitudes que el Espíritu,
Siervo de Yahvé, siembra en nuestro interior para bien de los hermanos.
“Escuchar sin resistencia, ni volverse atrás; asumir los sufrimientos contando
con la ayuda del Señor. (Primera lectura)