DOMINGO XXV-B

PROFETAS

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Os sonará seguramente la palabra que titula este mi mensaje de hoy, mis queridos jóvenes lectores, la habréis oído muchas veces y creeréis que se trata de alguien que anuncia próximos o lejanos cataclismos. No es este el sentido que tiene, no al menos el que se entiende en un contexto bíblico y cristiano. Profeta es aquel que explica con lenguaje actual, con descripciones oportunas, la voluntad, la más propia exigencia del tiempo en el que se pronuncia. El profeta resulta siempre incómodo. El simple predicador puede gozar de elegantes dotes de oratoria y se le escucha a veces con gusto siquiera por la belleza de su lenguaje y ademanes. ¡Cuántos oradores sagrados son escuchados por sus dotes, por su simpatía y hasta por su buen tipo y apariencia, que de todo hay!

2.- Os lo he dicho otras veces, algunos van por el mundo repartiendo simpatías, diciendo lo que a la gente le gusta escuchar, expresándose con el lenguaje de los jóvenes de hoy, que le escuchan embelesados, y hasta de algún modo enamorados. Se sienten ellos satisfechos de su aparente éxito inicial y se alejan un día en busca de otros sitios donde lucirse. Se van sin ser felices, sienten satisfecho su ego y les es suficiente. Y la Fe, pese a la posible fama del que se ha exhibido, no crece. Y le generosidad cristiana, aunque sea el sujeto atractivo o atractiva, no aumenta. Y poco a poco prospera el egoísmo. Y se hunden en el desengaño, perdida la Esperanza.

3.- He pretendido responder a la primera lectura de la misa de hoy, pero continuaré. El fragmento del Libro de la Sabiduría, con otras palabras, habla de ello. El profeta, con frecuencia, padece bullying en su labor. Tened presentes ahora y recordad a algunos profetas de hoy a Helder Cámara, Martin Luther King, Oscar A. Romero, Chiara Lubich, Charles de Foucauld, Frere Roger de Taizé, Teresa de Calcuta. La mayoría de ellos murieron mártires (Cámara, Chiara y Teresa, no). Tal vez sufran bullying en su entorno, vuelvo a repetir, pero en países lejanos, que habían captado la onda de su mensaje mediante los medios de comunicación de hoy, no quedaron indiferentes. Es impresionante descubrir la lealtad a unos principios, a intuiciones de alguno de estos que os he mencionado a grandes distancias de donde vivieron o murieron. Me gustaría detenerme en cada uno de ellos. Me encantaría contaros lo que para mí han supuesto los breves encuentros con Chiara, Cámara, Roger, pero parecería vanagloria. Algo así como aquel que escribió con el título: mis relaciones con gente importante. Baste deciros que no me dejaron nunca indiferente.

4.- La segunda lectura voy a resumírosla. Oiréis que se dice de vosotros, juventud de hoy, que no tenéis valores. La mejor respuesta, creo yo, es la de Mafalda en una tira cómica que nunca olvido. Unos vejetes al ver pasar a mocetes de hoy exclaman: ¡es el acabose! Y simpática y sabionda ella dice: esto es el continuose del empezose de ustedes. No se os debe culpar exclusivamente a vosotros de los males de hoy que en diferentes aspectos los representáis. La carta de Santiago es realista. Puede haber enseñanzas que han germinado y crecen, pero que simultáneamente se dejan desarrollar malas inclinaciones. Por mucha Fe que se haya recibido, por mucha emoción que en algún momento se haya sentido, por mucha devoción que se tenga a un santo, a una festividad, a una advocación de Santa María, o a un lugar privilegiado, si se es envidioso y se deja arrastrar por este defecto, si egoísta y piensa solo en sí mismo, en su provecho, en sus propiedades, en sus gozos, de nada sirve la Fe, por sobrenatural que sea esta virtud.

5.- La narración evangélica de hoy consta de dos partes. En la primera observamos al Maestro entregado a la formación de sus discípulos. Es una labor de artesanía, exige soledad, dedicación personal. No lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores, difícilmente se conserva la Fe sin sentirse y estar vinculado con otros, llámese como se quiera a la institución, congregación, equipo, movimiento, etc. Hay que confiar en los demás que nos exigirán o ayudarán, pero nuca abandonarán y nos recordarán la obligación, el compromiso que supone nuestra pertenencia a la Iglesia. Aprovecha el Señor estos momentos para recalcar lo esencial de su mensaje: su muerte y resurrección.

A esto se dedicaba Jesús mientras los otros estaban en Babia, o en la luna, o discutiendo, que el deporte de ellos, como el de tantos de hoy en día, es discutir y discutir continuamente. En vez de echarles una bronca aprovecha Él la situación para ampliar la lección que les había dado. Hay que ser acogedores, nunca indiferentes con los demás. Ser también ingenuos. Ver en el más pequeño, en lo más pequeño, su grandeza oculta.