XXVI Domingo del
Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Apertura de
horizontes en los discípulos de Jesús
Uno de los temas importantes de este domingo es la desigualdad injusta del
mundo: «Atención, ahora, los ricos: llorad a gritos por las desgracias que
se os vienen encima. Vuestra riqueza está podrida y vuestros trajes se han
apolillado.… Habéis condenado, habéis asesinado al inocente, el cual no os
ofrece resistencia» (Sant 5,1-6). Así habla
Santiago, el autor de la carta homónima del Nuevo Testamento, que lo puso todo
por escrito para que la Palabra de Dios pudiera ser proclamada en todo momento
y lugar de la historia humana. Con este talante profético Santiago destapa los
conflictos del ámbito social y comunitario, entre los cuales clama al cielo la
explotación injusta de los empobrecidos por parte de los enriquecidos.
Condena de la desigualdad
Merece especial atención el gran lamento que acusa y condena dicha
situación. Creo que es, sin duda, una de las palabras más críticas del Nuevo
Testamento contra los enriquecidos y, por consiguiente, es también válido
especialmente en la actualidad contra los poderosos y dirigentes del sistema
económico global y de la gran crisis en que se encuentra nuestra sociedad
occidental, una crisis que lleva la marca de la desigualdad progresiva
imperante en nuestro mundo y que ha sido generada por la acumulación
escandalosa de los bienes y de los recursos de la tierra en manos de “los
mercados” y por la lógica aniquiladora y casi incuestionable de los mecanismos
de esta economía fatal.
Amenaza contra los ricos
Lo que Santiago dice en su carta no es una exhortación a la penitencia,
sino un anuncio profético de amenaza contra los ricos (cf. Is
13,6; 15,3). Es la perspectiva amenazante del juicio definitivo y último ante
Dios, único juez y legislador. Los verbos en futuro se refieren a este momento
final de la historia humana colectiva. Como en una visión profética se
contempla el final negativo de las riquezas acumuladas. Entonces el oro y la
plata testimoniarán contra los ricos. No solamente se aborda el problema de la
acumulación de riqueza, sino la explotación de los pobres trabajadores por
parte de los ricos como fundamento de la misma.
Dios escucha el grito de los pobres
El paralelismo sinonímico de Sant 5,4 indica que
salario y segadores se identifican. Los oprimidos claman al cielo y la causa de
su clamor es el salario injusto (cf. Dt 24,14; Eclo 34,14-26). La razón última de la injusticia es la
explotación de los obreros y de los pobres, sean éstos individuos o pueblos
enteros. Los gritos están en presente, pero se percibe el fin definitivo e
irreversible de esa situación puesto que el Señor no es parcial contra el
pobre, pues Dios, justo juez, escucha el grito del pobre y las súplicas del
oprimido. Las palabras acusan duramente a los ricos porque su lujo y su gran
vida llevan consigo la condena de los justos y el asesinato de los inocentes.
El día de la matanza brutal de los pobres
La expresión para el día de la matanza puede interpretarse en
sentido escatológico de futuro, como «para el día del juicio», teniendo en
cuenta los ecos de las tradiciones proféticas del Antiguo Testamento que hablan
del día de venganza de Dios (cf. Is 5,2; 2,12.17;
34,5-8; Jr 12,3; 46,10), pero también podría
interpretarse en un sentido histórico y traducirse «en el día de la matanza»,
aludiendo al día en que los pobres eran brutalmente maltratados, realidad
histórica testimoniada también en el libro de Henoc
etiópico 100,7: “Ay de ustedes, pecadores, cuando torturan a los justos en
el día del dolor violento”.
Dios se enfrenta a los enriquecidos
En todo caso, la muerte de los inocentes en nuestro mundo actual se cuenta
también por millones de personas. Basta con tener en cuenta como muestra los
dieciséis mil niños que diariamente mueren de hambre en nuestro mundo globalizado,
industrializado y muy bien comunicado. Ésta es también una matanza brutal, que
queda impune, y está asumida, permitida e integrada por el sistema económico
vigente en el mundo contemporáneo. ¿No se va a enfrentar Dios a los
enriquecidos y culpables de la misma? Tanto si se trata de una perspectiva
escatológica como si es el reflejo de una realidad histórica el texto de
Santiago constata y condena la injusticia de los ricos opresores, recordando
que es el Dios de los pobres quien tiene la última palabra como juez de esta
historia.
El Evangelio del Reino
En el texto del Evangelio de Marcos (Mc 9,37-47) hay dos elementos de gran
importancia. El primero es el carácter abierto y universal del mensaje de Jesús
acerca del Reino de Dios y de los signos que anuncian su cercanía, y el segundo
trata de las condiciones para acceder al Reino.
Apertura de horizontes en el Evangelio de Jesús
La ruptura de barreras por parte de Jesús se hace patente al abrir la
mentalidad cerrada de sus discípulos, que corren el peligro del ensimismamiento
grupal. La respuesta de Jesús es claramente inclusiva, no excluyente, pues toda
persona que actúe contra el mal, que expulse demonios, que se enfrente a la
injusticia y a la desigualdad, y que luche contra la pobreza, está trabajando
por el Reino de Dios y Jesús lo reconoce como perteneciente a los suyos.
Apertura universal contra todo espíritu maligno
En esta hora de la gran crisis económica y financiera, y de las que ésta
arrastra consigo, la ecológica, la alimentaria, la energética y la
sociopolítica, en esta hora del resurgir de los fascismos de derechas y de los
populismos de izquierdas, en estos tiempos del anacrónico nacionalismo
secesionista e insolidario y del deterioro de la credibilidad ética de los
políticos inmersos en corrupciones y corruptelas, se necesitan cambios
profundos en las ideas sociales y políticas que deben transformar la marcha del
mundo. Es preciso abrir nuevos horizontes de amor y de solidaridad universal,
de confrontación contra los malos espíritus de la injusticia, de la mentira, de
la corrupción que generen una relación mejor entre los seres humanos y con la
naturaleza y proporcionen un acceso de todos los seres humanos a los bienes y
servicios del planeta tierra, una participación real y democrática de cada
sujeto individual y colectivo en los procesos organizativos sociales y
políticos, y hacia la libertad verdadera que reconoce el valor de la pluralidad
cultural y de los grandes principios éticos de la humanidad y de la libertad
religiosa.
Quien hace el bien, como Jesús, pertenece al Reino
El lenguaje de Jesús no es excluyente sino inclusivo. Todo aquel que hace
el bien es de Jesús y, lo sepa o no, está trabajando por el Reino de Dios.
Quien, partiendo de los últimos y de los empobrecidos, busca el bien común de
la humanidad, más allá de cualquier interés particular, privado o nacionalista,
lo sepa o no, está en la misma onda del Espíritu de Jesús. Y ¡Ojalá todo el
pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor! (Num 11,25-29).
La radicalidad del discípulo en el Reino de Dios
El segundo elemento del evangelio de Marcos trata de las condiciones para
entrar en el Reino. Éste está abierto a todos, pero no todo vale para el Reino.
Las condiciones de entrada en el dinamismo del Reino están formuladas en un
lenguaje metafórico de tipo escatológico y de corte radical. No quiere decir el
texto de Marcos que haya que cortarse el pie, ni la mano, ni sacarse el ojo,
sino que es preciso cortar por lo sano y desde la raíz con todo aquello que
impide entrar en el Reino y en el dinamismo del seguimiento de Jesús. Todo lo
que sirva de obstáculo para convertirse en verdaderos discípulos de Jesús es
“escándalo” y es preciso erradicarlo de nuestra vida.
Cortar radicalmente con las injusticias y los escándalos
Desde lo que hemos dicho acerca de la carta de Santiago es preciso cortar
radicalmente con el enriquecimiento abusivo e injusto de personas ricas y
de empresas multinacionales del mundo en que vivimos y con el comportamiento
escandaloso en el orden moral por parte de quien sea. Es urgente analizar y
buscar soluciones a la gran crisis económica y, sobre todo, humana de nuestro
mundo, que sigue generando marginación, exclusión, pobreza, injusticia y muerte
a gran escala de gentes inocentes en nuestra tierra. Sólo así entraremos en el
dinamismo del Reino de Dios y su justicia. Asimismo es preciso que cada cual
descubra las opciones básicas de su proyecto vital, las actitudes habituales al
afrontar los problemas de la vida y las acciones que se realizan para cumplir
nuestros objetivos personales. Y entonces se debe cortar radicalmente con lo
que no corresponda con el Señorío de Dios en nuestras vidas.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada
Escritura.