Poder vs soberbia

 

Hablamos del poder como fuerza, dominio, sujeción, esclavitud. Es un hecho aceptado el que los seres humanos manejan en el subconsciente la búsqueda del poder. De alguna manera, unos lo disimulan y lo convierten en ascesis sanadora, otros lo confunden con la soberbia, algunos más lo ejercitan con sabiduría. Es distinto el poder maternal que se confunde con la bondad exquisita y el poder de mando en un ejército o en un gobierno dictatorial.

La escuela del discipulado forma para el ejercicio del poder. De plano lo desliga de la soberbia. Lo asume como servicio, dedicación, consagración a la causa del Reino. Los hombros de quien sirve llevan las señales de la Cruz, signo de entrega y amor por los demás. Son hombros doblados, inclinados en el lavado de los pies, signo de sencillez y humildad. Su mirada está llena de la ternura de Dios que sabe leer los entresijos de la conciencia y los vericuetos más hondos del corazón.

Los discípulos de Jesús no han logrado aprender la lección del servicio. Discuten entre sí quién es el más importante y dos hermanos que apelan al poder de influencia de la madre, buscan los puestos de honor… Pero la pregunta de Jesús es contundente: “¿Pueden ser bautizados en el bautismo con el cual yo soy bautizado?” Es decir, ¿pueden servir desde la Cruz como Yo lo hago? La actitud de esta buena madre es muy humana. Pero se requiere la respuesta convincente del discípulo.

El principio autoridad es hoy un tema candente en nuestras comunidades, familias, organizaciones, política y sociedad. Pedagogías y métodos, disciplinas y leyes, estilos y resultados están marcando, definiendo así al sujeto primero de nuestra historia como un ser apático, excepcionalmente rebelde, y en ocasiones desorientado. Necesitamos reivindicar la dignidad, el respecto, el sentido de igualdad entre los seres humanos y un estímulo armonioso en la dirección de sus vidas.

Cochabamba 21.10.18

jesús e. osorno g. mxy

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