18 de Octubre, San Lucas: Lc 10, 1-9

  Hoy celebra la Iglesia la fiesta de san Lucas, que, aunque no fue apóstol sino sólo evangelista, tiene la categoría litúrgica de los apóstoles. San Lucas parece que nació en Antioquía de Siria, donde los cristianos comenzaron a llamarse por este nombre de cristianos. Era de origen griego y parece que fue convertido por san Pablo. Desde entonces su vida y actividad fue acompañar a san Pablo, Silas y Timoteo. Como era médico le hizo una buena labor a san Pablo, algo enfermizo. Al ser médico también tenía una buena cultura, conociendo las costumbres de los judíos y de los griegos. Por eso pensó que sería un bien, especialmente para los griegos que se convertían, poner por escrito lo que los apóstoles y Pablo iban predicando sobre los mensajes de Jesús.

Así poco a poco “investigando”, como él dice, todos los sucesos, fue componiendo dos libros maravillosos, que son el tercer evangelio y los “hechos de los apóstoles”. El evangelio quizá lo escribió durante los dos años que S. Pablo estuvo preso en Cesarea acompañándole luego a Roma, desde donde escribió san Pablo su segunda carta a Timoteo en que decía: “Sólo Lucas está conmigo”. Le llamaba: “Mi estimado médico”.

El evangelio de san Lucas tiene unas características notables en contraste con los otros evangelios. En cuanto a la manera de escribir, ya anoté que tenía buena cultura y por lo tanto se nota en un estilo más literario. En cuanto al fondo quizá lo más característico es el acento en la misericordia de Dios a través de la misericordia de Jesús. Por eso se puede decir que es el evangelista del Corazón de Jesús. Se acentúa en varias parábolas, como la del hijo pródigo, y en toda la disposición de Jesús hacia la amabilidad y el acogimiento de los pecadores arrepentidos, como la pecadora en casa de Simón el fariseo, como Zaqueo a quien su bondad le hace cambiar. Aparece su corazón enternecido ante el dolor de la viuda de Naín, ante los enfermos, los pobres y los pequeños. Se realza la caridad, como en la parábola del “buen samaritano”, Se realza también la estima por la mujer, muy desestimada entonces.

Una característica especial es lo que narra sobre la Virgen María en la infancia de Jesús. De tal modo que se cree tuvo que contárselo la misma Virgen María. También acentúa más que otros la oración de Jesús: en sí mismo y en los mensajes en que nos pide que hay que orar. Es también el evangelio de la confianza, de la paz y la alegría.

El evangelio de este día, como queriendo significar que san Lucas era predicador, con san Pablo, sin ser apóstol, nos expone el envío de Jesús a 72 discípulos para una misión. San Lucas es el único que lo narra. 72 es un número simbólico. Quizá pone ese número, porque creían que eran 72 todas las naciones de la tierra. Con ello está simbolizando el envío por todo el mundo. Las consignas que pone aquí son parecidas a las que pone san Mateo, y él mismo, cuando Jesús envía a los doce.

Lo primero que les dice es que hay mucha labor por delante: “La mies es mucha”. Por lo tanto hay que pedir para que haya muchas vocaciones. Luego les da unas recomendaciones, que no son propiamente doctrinales, sino manera de comportarse, actitudes concretas hasta en vestimentas y provisiones, para aquellos que van a ser misioneros. Podemos resumirlas en varias consignas:

La primera es la no violencia: Aunque otros sean lobos, ellos tienen que comportarse como corderos. Por lo tanto, que no todo será fácil. La segunda consigna es la pobreza, la sencillez: No dar demasiada importancia a los medios humanos o a las seguridades humanas, porque lo que se predica es para Dios y en El hay que poner la confianza. La tercera consigna es la paz y la alegría: que para ello no es necesario esperar grandes cosas humanas, sino la verdadera amistad. La cuarta consigna es la caridad, el hacer el bien de muchas maneras, sobre todo atendiendo a los enfermos. Y la quinta consigna es predicar el Reino de Dios, que ya está entre nosotros. Jesús quiere ser ayudado. Nosotros lo podemos hacer, al menos con la oración.