1ª semana de Adviento.
Domingo C: Lc 21, 25-28.34-36
Primer domingo de
Adviento significa que comenzamos un nuevo año litúrgico, un año en que iremos
recordando los principales sucesos y enseñanzas de Jesucristo. Al comenzar este
nuevo año litúrgico nuestra actitud debe ser de entusiasmo por poder vivir el
encuentro con Jesús cada día, para poder encontrarnos más llenos de su gracia y
de obras buenas el día del encuentro definitivo, que será nuestra alegría.
Adviento significa
venida. Recordamos muy vivamente la primera venida de Jesús en Navidad,
esperamos su definitiva venida para juzgarnos y vivimos las continuas venidas
que Jesús tiene en nuestra vida a través de los diferentes sucesos en los
cuales está Dios presente, aunque no le sintamos. En este primer domingo de
adviento todos los años se acentúa un poco en las lecturas la última venida de
Jesús, para la cual nos tenemos que preparar. Hoy Jesús nos habla de tres
actitudes que debemos tener, como mejor preparación para su venida: vigilancia,
lucha contra los vicios y oración. El tiempo de adviento nos habla mucho sobre
la esperanza, que es señal de vida. Aquel que no tiene esperanza es como un
cadáver ambulante.
Jesús acababa de
hablar a los apóstoles sobre la destrucción de Jerusalén y del templo. Esto les
llenó a ellos de angustia. Jesús no retira sus palabras anteriores, sino que
acentúa más los signos del final de las cosas. Sin embargo estas palabras no
son para atemorizar, sino para dar esperanza. Lo importante del evangelio de hoy
no son las palabras escritas con símbolos apocalípticos, acomodándose al estilo
oriental, sino las palabras de esperanza: “Ante todo esto cobrad ánimo y
levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra liberación”. Más que hablar
del fin del mundo, Jesús quiere abrir las puertas a la esperanza. Las palabras
de Jesús son de consuelo y esperanza frente a las tribulaciones y tristezas de
la vida. Jesús nos quiere decir que los mismos acontecimientos que desorientan
a la mayoría de los humanos, para los cristianos deben ser signos de que la
salvación está cerca y nos deben acercar
al Señor.
La última venida
del Señor no está cerca, ya que la historia continúa hasta la consumación del
Reino de Dios. Por eso es necesaria una actitud paciente y perseverante, vivir
sin angustia ni sorpresa en la espera gozosa del Señor. Pero Jesús, el que será
nuestro Juez, es ahora nuestro Maestro y el compañero en el camino. El viene
constantemente a nuestro encuentro, a pesar de nuestros olvidos y rechazos.
Hay muchos obstáculos
para este encuentro constante con el Señor. Por eso hoy nos dice Jesús que
debemos remover los obstáculos, que suelen embotar la mente y la vida. En el
evangelio de hoy cita tres: el vicio, la bebida y el dinero. Son como un
pequeño resumen de lo que entorpece la mente, que son los demasiado cuidados de
las cosas terrenas. Por ejemplo, si la mente está embotada,
La esperanza es la
virtud característica del Adviento. Hoy en la 1ª lectura el profeta Jeremías
anima diciendo: “Vendrán tiempos mejores”. Esos tiempos vendrían con el Mesías,
ya que nos trae, para quien quiere recibirlo, la paz, la justicia y la
salvación. Todo ello por medio del amor. En la 2ª lectura nos enseña san Pablo
la mejor manera de esperar la venida del Señor: “Que vuestra vida rebose de
amor mutuo”. No se trata de realizar grandes cosas humanas, sino de amar mucho,
de modo que nuestra vida sea agradable a los ojos de Dios. Nos dice: “sed
santos e irreprochables”.
En este tiempo
rezamos: “Ven, Señor Jesús”. También puede ser una súplica para que al final de
los tiempos estemos con Él; pero es sobre todo, el pedir para que esas venidas
que Él quiere hacer constantemente, sean una realidad en nuestro corazón. Para
ello nosotros debemos estar dispuestos a recibirle con fe y con amor, sabiendo
que en esta vida de espera, debe estar todo envuelto en una santa esperanza.