I DOMINGO DE ADVIENTO, Ciclo C
VIVIR LA ESPERANZA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Os debo advertir,
mis queridos jóvenes lectores que el tiempo de Adviento no lo celebraba la
primitiva comunidad cristiana. La principal celebración era la Pascua, con su correspondiente
preparación penitencial que era la Cuaresma. Tiempo de perdón y penitencia,
tiempo santo. Más tarde, recordaron el nacimiento, la manifestación a próximos
y lejanos, y el bautismo del Señor se celebró la Navidad y de aquí que, a
imitación de la primera solemnidad, la Pascua, se estableciera el tiempo de
adviento. El proyecto era paralelo, pero no del mismo sentido. Era etapa de
emoción ilusionada, de espera, de preparación ansiosa.
2.- Pienso que las tres
virtudes teologales, muro maestro del vivir cristiano, se acentúan cada una en
tres fiestas que jalonan el año litúrgico. La Fe es más propia de la Pascua, la
Caridad de Pentecostés y la Esperanza de Navidad. “se non è vero, è ben trovato” que dirían los italianos'. A la Esperanza se la
llama hermana pequeña, que da la mano a las mayores: Fe y Caridad. Y no por su
apariencia es menor. Tiene la misma categoría y me atrevería a decir que goza
hoy de mayor actualidad, mejor dicho, nuestro tiempo la reclama y necesita
mucho más.
3.- Poca gente es atea
del todo. Decía aquel que para serlo, era preciso saber mucha teología. Se
escurren la mayoría declarándose agnósticos. No niego que existan egoístas,
pero no será porque no se recuerde y goce de prestigio la Caridad. Una buena
parte de las ONG’s que pululan por doquier, estimulan
la generosidad, que siempre encierra, aun ignorándolo a veces, humana
generosidad, que por lo menos es el pórtico de la virtud teologal.
4.- ¿Goza de prestigio la
Esperanza? Me temo que no, más bien es desconocida, a lo sumo algunos se
declaran optimistas, que algo de la virtud les llega, pero no es suficiente. En
realidad yace escondida tan interiormente, que uno diría que en el día de hoy
es ignorada. Las estadísticas hablan de suicidios, que parece aumentan en la
actualidad en el primero y segundo mundo. Los noticiarios, con continua
precisión, se refieren a asesinatos, crímenes de género les llaman, en la
mayoría de los casos.
5.- ¿Es que tantos de
nuestros semejantes no quieren vivir o no desean que vivan otros? ¿es que tantos matrimonios o uniones paralelas, de alguna
manera semejantes, desean destrozar el amor que un día sintieron entre sí?
Puede parecerlo, pero más bien, creo yo, que lo que ocurre es que algunos se
sienten incapaces de modificar su vida, de cambiarla por otra que les fuera
placentera y les hiciese felices y por ello, se desprenden de la que están
viviendo, sin poder alcanzar otra. Hubo amor un día entre algunos, no se
cultivó y protegió la vida matrimonial y ha llegado el momento en que molesta
el cadáver de amor que hay entre ellos y uno, generalmente el más fuerte y
egoísta, decide suprimir al otro para que no le irrite.
6.- Los sicólogos darán
explicaciones, la justicia penará estos procederes. Le muchedumbre se
manifestará en su contra. Algo, seguramente, se conseguirá con ello, pro no
ignoremos que ayer mismo, mientras en tantas calles las manifestaciones
condenaban el crimen de género, un antiguo amante, despechado, suprimía la vida
de la que en cierto tiempo había amado y ahora se creía desdeñado. Seguramente
no lo hubiera hecho si hubiera podido sentir el mismo afecto que cuando se
inició su relación. Pero no, retroceder le parecía imposible. Borrar las
ofensas también. Ni unos, ni otros tenían esperanza de alcanzar felicidad.
Lamento personalmente, aunque parece que no sea este el sentir común de la
cultura cristiana de hoy, el poco interés que se tiene de anunciar, ofrecer y
propagar la Esperanza.
7.- Recuerdo yo que un
día se nos anunció el descubrimiento de la penicilina, inicial producto de los
antibióticos que han seguido después. El cambio que han generado en la
conservación de la salud ha sido enorme. Digo yo, y ya sé que exagero, que en
presencia de estos anticuerpos, no hay bicho maligno que prospere en el cuerpo
humano. Recuerdo muy bien que la primera penicilina venía a la península de
Inglaterra, llegaba muy protegida en estuches más vigilados que las valijas
diplomáticas. Se trasladaba personalmente al hospital que debí aplicar el
tratamiento a una perversa sepsis infantil y se conservaba allí bien vigilada y
a baja temperatura. (mientras esto escribo, tengo
presente la colaboración ilusionada de mi padre en un caso de estos, de aquí
que me haya entretenido un poco, dando dramatismo al caso). La misteriosa
substancia era capaz de ahuyentar la generalizada infección de una niña, que
continuó viviendo. La Esperanza es antibiótico del alma, entre otras cosas, no
se olvide.
8.- La Navidad que se
aproxima es la memoria y memorial del inicio de la vida histórica del Hijo de
Dios, que quiso y quiere compartir nuestra vida. No os dejéis engañar, mis
queridos jóvenes lectores, lo que os anuncian los medios, lo que os ofrece el
comercio, no tiene nada que ver con la realidad trascendente. Así como no os
entusiasma una bolsa repleta de monedas metálicas y preferís mucho más una
cartera con papel moneda, de inferior bulto y menos peso, pero tiene mucho más
valor. Lo mismo pasa si os dejáis arrebatar por dulces, bebidas y bailes y os olvidáis
de celebrar la Navidad, goce del alma, espíritu y cuerpo, es toda celebración,
experiencia exclusiva, consecuencia de la Fe, del Amor y de la Esperanza que un
día se nos ofrecerá.
9.- La existencia
humana, aprisionada en el espacio/tiempo, un día llegará a su fin. La
existencia general, la del cosmos y la de cada uno en particular, también. Será
el fin del mundo, así lo llamamos, será nuestra muerte, así lo pensamos.
Llegado el momento vendrá el Señor a nuestro encuentro. La Esperanza habrá acabado,
seremos recibidos en el gozo eterno del Señor. Todo será Visión y Amor. Tal es
el mensaje del fragmento evangélico que se nos proclama en la misa de hoy.
(Si bien el inolvidable
Papa Benedicto XVI escribió una maciza encíclica sobre la Esperanza, que tiene
por título Spe Salvi, yo os
recomiendo, si queréis ahondar en la Virtud teologal pequeñita, que leáis los
maravillosos poemas de Charles Peguy. No tiene el
autor francés la categoría del Papa Ratzinger, al que tanto admiro, pero
condicionado por su procedencia germánica, es muy cerebral. Peguy,
místico latino, lo sentimos mucho más próximo)