II Domingo de Adviento, Ciclo C

INVITACIÓN A LA ILUSIÓN

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Me identifico hoy con Pablo cuando se dirige a los filipenses. Esta epístola es la que, por su estilo, podríamos llamarla con razón carta. Siente por ellos un aprecio muy humano, no se eleva a doctrinas dogmáticas, como ocurre cuando se dirige a los romanos, en esta les escribe sintiéndose amigo suyo. Como yo me siento amigo vuestro, mis queridos jóvenes lectores.

 

Les recuerda que son colaboradores suyos y desea que progresen, porque los siente muy próximos a su corazón. Creo yo también que mis mensajes semanales los recibís y apreciáis y que de tal manera los hacéis vuestros y con tanto gusto, que os sirven para dirigiros a otros con las mismas alentadoras palabras y así juntos procuraremos el progreso cristiano de los que con nosotros se relacionan. No olvidando nunca lo que se dice en otro lugar: “De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer”. (1Co 3,7). Vosotros sabéis algo de mí, yo os ignoro, me gustaría que la comunicación fuera mutua. No obstante esto que lamento, sabéis que junto al Sagrario, cada noche le digo al Señor: a mis queridos jóvenes lectores, buenas noches, les des, Dios. Espero que en la realidad eterna, nuestra unión que hoy se fundamenta en la Fe, en aquel entonces, sea íntima comunión divina.

 

2.-. Adviento, el nombre que recibe esta temporada litúrgica, significa venida. Debemos tenerlo muy presente y preparar la llegada. Cuando va a venir a nuestra casa alguna visita querida e importante, siempre se hace limpieza general, se pone orden, se adornan las habitaciones. Si se hace a fondo este aseo, sale polvo de los rincones, tal vez telarañas escondidas y trastos inútiles que molestan. Aparentemente todo es negativo, pero no desanima a nadie. Quitar todo esto, es dejar en el lugar todo lo que es bueno, útil y tal vez bello. Que este sea vuestro proceder en el interior de vuestro espíritu y en el comportamiento respecto a vuestro entorno.

 

3.- La lectura evangélica, pese a que a nosotros nos resulte su inicio un lenguaje pesado y se mencionan personajes que nos son ajenos y nos importen un comino, tiene la particularidad de situar unos hechos salvíficos en un determinado tiempo histórico. El evangelio no es una narración imaginaria, una fábula bonita. Se nos asegura que está situada en un espacio específico y en un tiempo concreto. Juan es el heraldo escogido y el que fue fiel a su misión, desapareciendo discretamente cuando en los designios eternos del Señor ya no era necesaria su colaboración.

 

4.- Anunció y preparó caminos, invitó y supo desprenderse de los suyos a favor del que anunciaba. Se quedó sólo. Estúpidamente fue eliminado. Desde la Eternidad continúa cumpliendo su función. Arrimaos a él, que se contagie un poco su entereza, su honradez, su austeridad.