Domingo 3º. Adviento, Ciclo C
¿|QUE HA DE DAR SAN SEBASTIAN CUANDO
NI CALZONES TIENE?
El domingo 3º. De Adviento se ha llamado el
domingo de la alegría porque todos los textos nos inclinan en esa dirección.
Pero tenemos que preguntarnos: ¿Se puede ser feliz y estar contentos en la
situación que vivimos? Para los niños la alegría no tiene ningún problema, se
sienten amados, se sienten protegidos, saben que sus padres los quieren y eso
les hace felices y se entretienen con cualquier cosa. Hay que ver la alegría de
los niños en los brazos de sus madres, o cuando todavía pequeños viajan a su
kínder o a su escuela sobre los hombros de sus papás. No hay gente más feliz
que ellos. Pero y nosotros los adultos, ¿podemos estar alegres en nuestro ambiente,
cuando la carestía está a la orden del día, cuando las gentes tienen miedo de
Salir por temor a los asaltos y de aparecer al día siguiente tirado en
cualquier basurero, cuando los chicos crecen sin sostén en casa porque papá y
mamá trabajan y cuando llegan, llegan de mal humor o se sientan tranquilamente
a ver la televisión o tomar en sus manos el celular, cuando las autoridades
están propiciando las drogas, la homosexualidad, el aborto, y cuando a la
Iglesia se le niega cualquier injerencia en los medios de comunicación? y la
respuesta es clara, sí se puede estar alegres si en verdad estamos esperando a
Cristo Jesús: “Canta, da gritos de júbilo, gózate y regocíjate de todo corazón…
el Señor será el rey de Israel en medio de ti ya no temerás ningún mal. El
Señor tu Dios, tu poderoso salvador, ESTÁ EN MEDIO DE TI. Él se goza y
se complace en ti; ÉL TE AMA Y SE LLENARÁ DE JÚBILO POR TU CAUSA, como en los
días de fiesta”. Así cantaba el profeta Sofonías siglos antes de Cristo, y eso
se hizo presente con la venida del
Salvador. Pero tenemos que salir a su encuentro como el mejor huésped que
nosotros podríamos recibir. Habrá necesidad de recibirlo si sabemos que él
mismo nos ama y ha venido por nosotros, y más felices que los chiquillos nos
sentiríamos nosotros en el momento en que pudiéramos abrir las puertas al
Salvador, pero no sólo en los días de dificultad o de angustia para que no
ocurra como cuando el viajero se ocupa de la llanta de refacción
sólo porque se le ha ponchado una de las llantas en el camino.
Eso fue lo
que hizo Juan el Bautista, preparar el camino al Señor. Como vieron tal
sinceridad en su persona y en sus gestos, acudieron presurosos a su encuentro,
y tal fue su ascendiente sobre ellos que llegaron a confundirlo con el Mesías
que ellos esperaban. Los sacó de dudas y les manifestó qué él solo era enviado
a preparar el camino al Señor y lo señaló con el dedo, ya presente entre ellos.
Las gentes le
preguntaron antes del bautismo: “¿y nosotros que tenemos que hacer?” A esa
pregunta él respondió animando a la
generosidad, a saber compartir nuestros bienes, pues a la verdad, lo que
tenemos no es nuestro, somos simples administradores de los bienes del Señor:
“quien tenga dos camisas o dos vestidos, que de uno al que no tiene ninguno y quien tenga comida
que haga lo mismo”. Por ahí podríamos comenzar, regalando, pero regalando al
que no tiene, al que no tiene con qué corresponderte, no como esos intercambios
de estos días en donde aún se fija el precio de los artículos que puedes regalar. ¿Es verdaderamente cristiano?
Luego
vinieron con otra pregunta los publicanos, gente muy mal vista por el pueblo,
porque ellos servían a una nación extranjera, extorsionando muchas veces a la
gente: ¿y nosotros que tenemos que hacer? Seguramente que había sinceridad
habiéndose plantado delante del
Bautista: “No cobren más de lo establecido”.
En nuestra Patria los servidores públicos andan con la danza de si se
bajan o no sus salarios y los que más se oponen
son los de más alto nivel: ¿de
qué vamos a vivir? Y se entiende, ¿cómo vamos a vivir sin las numerosísimas
prestaciones que tenemos? Olvidando que son servidores de este pueblo que en
los más bajos niveles se está muriendo de hambre.
Finalmente
también un grupo de soldados que habían acudido a él también le preguntaron y
la respuesta no se hizo esperar: “No extorsionen a nadie ni denuncien a nadie
falsamente, sino conténtense con su salario”.
No les pidió que renunciaran, sino que procedieran con justicia,
sintiendo que eran miembros de pueblo judío y que desde su posición estaban
obligados a la honradez y a la justicia. Muy veladamente sabemos que aún en el
siglo XXI sigue habiendo tortura para los prisioneros que tienen que sufrir vejaciones
y mal trato, sin olvidar que son prisioneros por su mala vida y su mala
conducta, pero en otras ocasiones, sacándoles por la fuerza una declaración a
todas luces falsa.
Basta lo
dicho para abrir las puertas al Salvador, el que ya vino en carne mortal, el
que sigue acompañándonos en la Eucaristía y que vendrá al final de los tiempos
para ser juzgados en el amor. Las notas, pues de los cristianos en esos días
tendrían que ser la Vigilancia, la Generosidad, la Esperanza y sobre todo, LA
ALEGRÍA. Que esa la alegría prive en el corazón de los
cristianos y que Cristo en su nacimiento recobre el lugar que siempre debe
tener, a pesar de los esfuerzos de Coca cola por imponer al monigote panzón de
Santa Clos.
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