«jesús nace»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo
de Posadas,
para el 4° domingo de Adviento
[23 de diciembre de 2018]
Estamos próximos a celebrar la
Nochebuena. El gozo del nacimiento de Jesús, el
Dios con nosotros. En este domingo vamos terminando el tiempo del adviento, la
espera y la expectativa de los contemporáneos de
Jesús
por la llegada del Mesías. El texto del Evangelio (Lc 1,39-45), nos propone «la Visitación»
en la que Isabel se llena de gozo por la visita de María
embarazada: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de
tu vientre!»
Sabemos que vamos transitando caminos
exigentes. En nuestra vida cotidiana nos encontramos con muchas circunstancias
complejas, inquietudes, que no nos dejan discernir aquello que es importante.
La Navidad, el nacimiento de Jesús en el pesebre, del Dios hecho
hombre, nos permite comprender el lenguaje de Dios y ubicarnos en aquello que
es central para responder mejor a tantas urgencias que nos agobian.
En reflexiones anteriores subrayamos la
necesidad de evaluarnos, o bien de realizar un examen de conciencia, hecho con
humildad desde la verdad de nuestras vidas, también desde
el respeto a la verdad en los otros, y como base para construir sólidamente
en nuestra sociedad. Este examen de conciencia en el adviento tiene como efecto
principal la posibilidad de volver a Dios, y ponerlo a Jesucristo en el centro
de nuestras vidas. De alguna manera nos puede ayudar a que no seamos cristianos
que vivimos con un pesebre sin el Niño Jesús.
La Navidad es una oportunidad que
tenemos como cristianos y como discípulos, de volver a tenerlo a
Jesucristo, el Señor, como Aquel a quien queremos
seguir. Aparecida nos señala: «En el seguimiento de
Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo
de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión
entrañable ante el dolor humano, su
cercanía a los pobres y a los pequeños,
su fidelidad a la misión encomendada, su amor
servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos
lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo
y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias»
(DA 139).
Es cierto que muchos celebran la
Navidad y se olvidan del nacimiento de Jesús vaciándola
en su contenido central. Pero aún así
debemos señalar que nuestra gente tiene
una gran religiosidad, y la mayoría es cristiana. La Navidad es
un tiempo oportuno para colocar a Jesucristo, el Señor en
el centro de nuestras vidas y madurar la fe. En las capillas se multiplican los
pesebres y las Misas navideñas. La fe necesita ser
compartida, y requiere nuestro compromiso y búsqueda
de comunión con otros hermanos que están
en el mismo camino. El pesebre nos ayuda a convertirnos. Nos permite comprender
aquello que necesitamos para ser amigos de Dios. Ante el pesebre descubrimos
que para ingresar al camino que nos conduce a Dios debemos hacernos pequeños,
y que la humildad es generadora de esperanza, en una sociedad excesivamente
cargada de soberbia. Orando ante el pesebre comprendemos más
profundamente la bienaventuranza: «Felices los que tienen alma de pobres,
porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos». (Mt 5,3)
Una de las dificultades para recuperar
la centralidad de Jesucristo, es el creciente subjetivismo e individualismo de
la fe. Cuando nos pasa esto es porque fuimos acomodando la fe a nuestro
parecer, afectos y criterios. Es una tendencia muy fuerte el adecuar la Palabra
de Dios a lo que nos parece, porque su propuesta es exigente, pero siempre es
el camino que nos lleva a la verdadera felicidad.
Al finalizar esta reflexión,
próxima
a la Navidad, no quiero dejar de tener especialmente presente a aquellos que
padecen alguna forma de sufrimiento, a los que están
presos, a los que padecen alguna enfermedad, o a aquellos que en la Nochebuena estarán
en alguna sala de hospital, a los que están
solos, a los que tienen poco para comer. El Señor los
considera sus privilegiados y a ellos especialmente los invita a su mesa.
Nosotros como cristianos también los queremos tener presentes
en nuestro corazón y nuestra oración.
¡Feliz Navidad y hasta el próximo
domingo!
Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas