Domingo de
Todos los años, o en
el domingo después de Navidad, y si no el día 30, se celebra la fiesta de
Este año, que es el
ciclo C, se nos propone en el evangelio la escena de la vida de Jesús, que
solemos decir: “El Niño Jesús perdido y hallado en el templo”. La primera
virtud que nos enseña a las familias es el cumplimiento del deber religioso.
Era
Con tanto barullo
de gente, durante unas horas los hombres iban por un camino y las mujeres por
otro. Jesús no estaba por allí. María y José nos enseñan a estar unidos en las
adversidades, volver a desandar el camino juntos y buscar a Jesús donde le
dejaron, que era en el templo. Angustiada, pero sin recriminaciones, María
habla a su hijo. Y Jesús les da y nos da una gran enseñanza. No creo de ninguna
manera que Jesús se quedase voluntariamente; pero aprovecha ese momento, esa
circunstancia, para descubrirnos una gran verdad que habría madurado aquellos
días en el trato con los doctores de la ley y con la oración profunda en la
casa de Dios. Y el descubrimiento grande que hace, como hombre, es que Dios no
es un ser ajeno a nosotros, sino que es su Padre y que todos podemos llamar a
Dios como Padre, porque formamos una gran familia. Esa sería una de las más
grandiosas enseñanzas en su vida pública.
Era la manera de
actuar Jesús. Un día aprovecharía la circunstancia de que fueron a visitarle su
madre y familiares para decirnos que quien cumple la voluntad de Dios es su
hermano, su hermana y su madre. Allí nadie se enfadó, no hubo rabietas, sino
que en paz volvieron a Nazaret. Jesús les “obedecía y crecía en sabiduría y
gracia ante Dios y los hombres”. Para muchos les suena mal la palabra
“obediencia”. Les parece algo como sumisión. Cuando hay verdadero amor es algo
diferente. Quizá cuando se va creciendo la obediencia a los padres se debe
expresar mejor con “honrar”, como nos dice el 4º mandamiento: “Honrar al padre
y a la madre”. Este mandamiento estaba puesto para los adultos para que honren
a sus padres ancianos. Es justo agradecer a los padres los sacrificios que han
hecho por nosotros desde el principio de la vida.
María y José no
entendieron, por entonces, lo que Jesús les dijo. Muchas veces pasa en las
familias que los padres no entienden a los hijos cuando van creciendo. La
autoridad no es despotismo ni tiene porqué el hijo ser exactamente como el
padre. Muchas veces habrá que callar, como María; pero siempre seguir amando.
Si hay amor, la autoridad es más bien un servicio y un ir comprendiéndose, y
entre nosotros muchas veces perdonándose. Si hay amor, hay delicadeza,
amabilidad, ternura y comprensión. Y no habrá gritos, riñas, egoísmos, como
tantas veces se ve en las familias. Por eso debemos hoy pedir la protección y
el amor a