IV Domingo de Adviento, Ciclo C

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Hoy en día la gente comunica continuamente con su móvil (o celular), relacionándose personalmente muy poco con sus amigos, si los tiene, y sin compartir. Compartir supone comprometerse y hoy prima la libertad por encima de todo. Paradójicamente, la mayor libertad se consigue comprometiéndose a serlo, sin ningún condicionamiento, ni egoísmo. Ya habréis entendido vosotros, mis queridos jóvenes lectores, que me estoy refiriendo a los wasaps y las innumerables fotos que caben en un Smartphone y que asedian al primero que encuentran, tratando de que las vean todas de una vez, le interesen o no, que poco importa.

 

2.- Dios Padre proyectó corregir el estropicio de los primeros humanos, de los segundo, de los terceros, de los otros, también de los nuestros. No hay que olvidar que entre todos hemos levantado a través de los tiempos, un mortífero volcán de pecaminosa lava espiritual. Sus consecuencias son personales, sociales y hasta medioambientales. Pues bien, Dios Hijo vendría a realizar el prodigio y Dios Espíritu animaría los eventos que pudieran suceder en el devenir del tiempo. Era un único propósito realizado por la conjunta unidad de las tres Divinas Personas.

 

3.- Se comunicó con una preciosa chiquilla, se lo propuso, le dio explicaciones, el Espíritu alentaba animándola. Le dijo lo necesario y suficiente y algo más, que Dios, no lo olvidéis, no quiere ser avaro a la hora de confiar y confidenciar con los humanos. María, sabiendo que una lejana parienta, tía la llamaríamos hoy, participaba de las cuitas que Dios había tenido con Ella, quiso compartir con la que en sus vejeces pasaba por la gloriosa y feliz tribulación de la maternidad. Partió, pues, deseosa de cooperar, entender algo más la confidencia que se le había hecho y servir juntas al Señor.

 

4.- Sí, Isabel estaba embarazada y el hijo que habitaba en su seno se movía, como todas dicen que lo hace el suyo, sin saber por qué se agita, pero queriendo adivinarlo. Isabel, que ni sabría leer ni escribir, como era propio de cualquier hijo de vecino de aquella época, estaba dotada de intuición como tantas otras mujeres, no la había ahogado, pese a vivir íntimamente unida a su esposo, sacerdote del Templo, profesional de lo sagrado, desconfiado como buen funcionario, fiel en su turno sagrado. Pese a ello, a lo que pudiera haber influido en ella este buen hombre suspicaz, intuyó que aquel prodigioso salto que notó en sus entrañas al aproximarse María, de la que seguramente habría oído hablar, pero que no conocería, estaba relacionado con los planes de Dios que estaba cumpliendo desde hacía seis meses. Algo del Señor se le acercaba, pensó de inmediato, pensó así y acertó.

 

5.- No se detuvo en analizar e indagar quien se le acercaba. A pedir informes o solicitar permisos. Se arriesgó a saludar sin miedo y con respeto a la visitante. Un saludo que fue elogio profético, también humilde reconocimiento de la suerte que le había tocado a Ella. Dichosa tú que has creído, por ello se cumplirá en ti los proyectos eternos de salvación. Si se nos acercara un día una de las tantas isabeles que existen, a Dios gracias, todavía ¿podría reconocer que somos personas de Fe, de confianza, de respeto al Señor?

 

6.- Mis queridos jóvenes lectores, seguramente en muchas ocasiones recorréis vuestra memoria, afianzando en vuestra mente los trofeos que creéis os habéis ganado, los éxitos conseguidos, los saberes adquiridos. Sintiéndoos en el podio de los triunfos ¿os sentís satisfechos de vuestra Fe? Si practicáis deporte, si os ejercitáis en el dominio de lenguas extranjeras, si cuidáis con esmero de vuestra salud y os abstenéis de drogas perjudiciales y de chuches insulsos, podéis tal vez sentiros satisfechos, ahora bien ¿A dónde os conducen tales esfuerzos? Si se limitan a gozar de una vida sana y alegre, pero sin provecho alguno para con los demás, si os relacionáis con gente importante, ilustre y notoria, pero os olvidáis de Dios, todo lo dicho, lo que creéis poseer, es decorativo vestido anímico, que esconde indigencia espiritual.

 

7.- Santa María permaneció con Santa Isabel. Nació el hijo y consideró que ya era tiempo suficiente el que había dedicado a ayudar, compartir y crecer conjuntas. Se fue satisfecha y con razón. Le esperaba su marido, su notorio y extraordinario y divino embarazo se convertiría en incomodidad matrimonial. María, a pesar de ello, se volvió a Nazaret, era preciso. Se pondría, seguramente, en manos de Dios, su Espíritu la protegería. Y así fue. ¿es tal nuestra actitud?´