Solemnidad. Santa María, Madre de Dios (1 de enero)

MADRE, MARÍA DE NAZARET-SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Cuando uno observa el precioso icono de la Natividad del Señor, se da cuenta de que si bien la figura que ocupa el centro geométrico de la pintura es el Niño-Dios en el pesebre-sepulcro, expresando así su importancia capital en la Fe, la que ocupa más espacio y, pese a su actitud discreta, llama más la atención, es la de la Virgen María.

 

2.- Los relatos evangélicos son narraciones interesadas en la vida del Señor. Son buena noticia, pues, proclaman que ya ha llegado la salvación a los hombres, gracias a la acción redentora de Cristo. Ahora bien, en los inicios y finales del relato, aparece su Madre, María de Nazaret. Y es que podría el Padre Eterno haber proyectado y realizado el rescate del linaje humano, en estrecha e íntima colaboración con el Hijo-Dios y el Espíritu Divino, prescindiendo de otro auxilio, pero fue así. Su decisión, como todas las de Dios, está sumergida en el misterio, pero algunas de las consecuencias de su libre voluntad, nos es dado conocerlas.

 

3.- La Fe cristiana católica da mucha importancia a Santa María. La Fe cristiana-ortodoxa también. Cuando uno conversa con cristianos de otras confesiones, no me atrevo a llamar iglesias, te interpelan diciendo ¿Qué necesidad tenemos de otro que no sea Cristo, el único salvador? Pues, ciertamente, ninguna. La decisión partió del mismo Dios y no creo sea correcto discutírsela. Si hubiera aparecido en el mundo como el ángel de Yahvé a Gedeón, o luchado a solas, como lo hizo con Jacob, al que cambió de nombre en aquella circunstancia, o cómo compartió designios a solas en el Sinaí con Moisés, no se habría torcido su propósito. Ahora bien, con la colaboración de María, que guardaba en su corazón y no olvidaba sus designios, a la Historia de la Salvación, le dio una pincelada de bondad a la medida humana, ternura materna, sensibilidad de artista-poeta.

 

4.- Cuando en una familia falta la madre o la prepotente actuación del marido, que es quien aporta el dinero, del que se benefician todos y anula cualquier sugerencia o atención materna, los hijos sufren, su personalidad generalmente se atrofia. Cuando alguien, para lograr la concesión de un favor muy importante, quiere abrirse el camino que le introduzca al despacho del presidente o empresario, busca a quien esté dispuesto a ayudarle y goce de la amistad del tal patrón. Este es el lugar que ocupa María, el que nos interesa a nosotros conocer y servirnos de él. Es muy legítimo que nos pregunten, o que nos preguntemos a nosotros mismos ¿Quién realmente es María? ¿Qué lugar ocupa? La primera respuesta, la más obvia es: los evangelistas la sitúan al principio y al final de la historia de Jesús. En Belén de Judá y en el Calvario. Discretamente aparece por entre medio. En Nazaret, en la baja Galilea, en Caná.

 

5.- Ahora bien, por muy importante que sea, no la consideramos diosa, ni diosa-madre siquiera, de acuerdo con conceptos aprovechados de religiones naturales o del mundo clásico, Olimpo y compañía. La definición es simple, si fue Ella la que le dio a luz (en el castellano de mi juventud, en la Castilla de mis tiempos, decir parir no era expresión delicada. Nunca la escuché en familia y es la primera vez que la escribo, no os extrañe, pues, que no la haya dicho). Repito, si María alumbró a Jesús, que era y es verdadero Dios, acertadamente podemos llamarla Madre de Dios.

 

6.- Escribo hoy 18 de diciembre, fiesta dedicada a María-esperanza, y me gozo de decir que he acudido desde pequeño a solicitar su ayuda para vivir mi Fe y mi vocación ilusionado, es decir esperanzado, como hoy la Iglesia, yo incluido, la llamamos. En mi iglesita adoro a Jesús-Eucaristía y le presto honra haciendo genuflexión ante el Sagrario. En el mismo ámbito hay una imagen de María, me vuelvo hacia ella e inclino reverente mi rostro. Es solo una imagen, no realidad, como lo es la del sagrario, es solo la de una sirva del Señor, como ella misma se reconoció. No necesito a la Virgen para que se me perdonen los pecados, pero me siento muy complacido de que mi Fe esté impregnada de sensibilidad, de ternura y cordialidad, de la que da testimonio Santa María y de Ella he aprendido.

 

(Habréis observado, si habéis llegado hasta aquí, que hoy no ha aparecido la expresión: mis queridos jóvenes lectores, que acostumbro a repetir dos veces, con la intención de que sepáis que quiero sea mi escrito un mensaje personal que os dirijo ilusionado y no diletante divagación)