Cordialidad, amorosidad

 

Dice un autor brasileño, Sergio Buarque de Holanda (Raizes do Brasil, 5º capítulo) “la enemistad bien puede ser tan cordial como la amistad, ya que una y otra nacen del corazón” (p. 107). Es allí, en el corazón donde se libran las batallas de la fe, del amor. Allí nace la dialéctica cristiana: La lucha entre el bien y el mal, entre verdad y mentira, entre amor y odio. Allí se define la radicalidad de nuestra opción evangélica: “Ama a tus enemigos”.

La novedad de Jesús en su mensaje no está en “el mandamiento nuevo del Amor”. Ya estaba en el Antiguo testamento. La novedad de Jesús está en el “Ama a tus enemigos” y en darle al amor la medida del amor de Dios: “Ama como Dios nos ama”, dice Jesús. Qué tal que la medida de nuestro amor fueran nuestras mezquindades, nuestras susceptibilidades, nuestras miopías y aquella manera siempre disponible como arma en defensa propia: Es que son malos.

Cristiano no es “quien no hace mal a nadie”. Es quien hace bien a quien está señalado en la sociedad como gente mala. Hace favores a quien no lo merece. Hace el bien sin mirar a quien, incluso, aquellos que son malvados, desgraciados en el entorno social, familiar. Qué gracia está en hacer el bien sólo a la gente buena… No. Eso lo hace cualquiera de cualquier religión, partido político, raza o cultura. El evangelio es otra cosa. El evangelio no nos divide en buenos y malos. No. El evangelio nos acepta y nos exige ser familia universal en el amor, en el perdón.

Ante un mundo que ha perdido la cordialidad, la cultura “de la ternura”, se nos pide volver a reivindicar el lado bueno de nuestro corazón: A la discriminación responderemos con la inclusión de todos indistintamente. Al odio diseminado mostraremos la cara de la amorosidad y compasión. A las mentiras, con la verdad de nuestras vidas. Al rechazo permanente con la acogida en ‘nuestro corazón sin puertas y en nuestras manos siempre abiertas’ en una gozosa aceptación de diversidad y pluralidad.

Cochabamba 24.02.19

jesús e. osorno g. mxy

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