LA VERDAD
DE LO HUMANO
Domingo 6º
del Tiempo Ordinario. C
17 de
febrero de 2019
“Maldito quien confía en el hombre, y busca el
apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor… Bendito quien confía en
el Señor y pone en el Señor su confianza”. Esta contraposición que proclama
Jeremías responde a una forma popular y poética de confrontar valores y
contravalores (Jer 17,5-8).
Lo que realmente importa en la vida del hombre
es la cuestión de su fundamento. Quien se apoya en alianzas y compromisos humanos
es como un cardo del desierto,
desarraigado y arrastrado por la ventolera. Quien se apoya en Dios será
como un árbol plantado junto a las aguas, que conserva su verdor y siempre dará
frutos.
El salmo
responsorial se hace eco de esta profecía y nos invita a proclamar: “Dichoso el
hombre que ha puesto su confianza en el Señor” (Sal 1,1). No es extraño que el
salterio se abra precisamente con esta bienaventuranza.
Como escribe san Pablo a los corintios, la
resurrección de Cristo es un buen fundamento para nuestra fe y para nuestra
vida (1 Cor 15,12.16-20).
LA VERDAD DEL HOMBRE
Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús son toda una
revelación del misterio de Dios, una manifestación del espíritu mismo de Jesús
y una proclamación de lo que constituye la última verdad del ser humano.
El evangelio según san Mateo sitúa el pregón de las
bienaventuranzas de Jesús en el contexto del Sermón de la Montaña. El evangelio
según san Lucas que hoy se proclama las coloca en el ambiente del “Sermón del
llano” (Lc 6,17.20-26). También en este caso, como en el oráculo de Jeremías,
se contraponen las actitudes morales.
Son bienaventurados y dichosos los pobres, los que tienen
hambre, los que lloran y los que son odiados y proscritos por causa del Hijo
del hombre. Evidentemente, no se trata de proponer la moral de los esclavos ni
de glorificar el dolor y el fracaso.
Hay dos claves para comprender estas frases tan
impopulares. Por una parte, Jesús declara que en esas actitudes se cifra la
verdadera alegría, que no coincide con la satisfacción inmediata. Además
establece un salto entre el ahora y la recompensa futura ante Dios.
LA MEMORIA DE LOS PROFETAS
Frente a las ocho bienaventuranzas que recogía el evangelio
de san Mateo, el evangelio de san Lucas presenta solamente cuatro. Pero
inmediatamente recoge también otras cuatro malaventuranzas, que recuerdan los
“ayes” o maldiciones que se encuentran en el libro de Isaías (Is 5,8-24).
Jesús se lamenta por los ricos, porque ya han recibido su
consuelo. Los que ahora están saciados un día tendrán hambre. Los que ahora
ríen un dia llorarán. Y se lamenta por
los que reciben alabanzas de todo el mundo. Es importante esa contraposición
entre el ahora del presente y un día que se sitúa en el futuro, entre lo
temporal y lo eterno.
Tanto las bienaventuranzas como las malaventuranzas
coinciden en una motivación importante, que es la diferente suerte que los
profetas corrieron a lo largo de la historia. Los que en verdad hablaban en
nombre de Dios fueron insultados y perseguidos. Los falsos profetas, que
difundían solo aquello que las gentes querían escuchar, no merecen compasión.
- Señor Jesús, sabemos por experiencia que estas
manifestaciones tuyas provocan el escándalo y el rechazo de nuestra sociedad.
Pero reconocemos la verdad de tu palabra y su coherencia con el espíritu que te
movía. Ayúdanos a ajustar nuestra vida a tu mensaje y a ser testigos creyentes
y creibles de la verdad de lo humano que tú nos has revelado. Amén.
José-Román
Flecha Andrés