DOMINGO VI   (C)

                                        Las Bienaventuranzas

 

- ¡Extraño camino de felicidad y compleja alternativa la que Jesús propone!   Son dos caminos antagónicos:

            - Al fácil y equivocado camino de felicidad que suele seguir una mayoría: el de la confianza en el hombre, en su razón, en sus poderes, dando “riendas sueltas” a las apetencias inmediatas.

- Jesús nos propone: el de la confianza en Dios y en su Infinita Sabiduría, (aunque haya que apechar con renuncias y apetencias inmediatas), pero que, conduce a la Bienaventuranza verdadera.

-  Es la misma alternativa que  proclama Jeremías (1ª Lectura.) e Isaías (Salmo 1.)

   “Maldito quién confía en el hombre....”; “Bendito quien confía en el Señor  y pone en El su confianza: será como un árbol plantado junto a la  acequia”.

-   Dos alternativas. Una, avalada por la palabra de Dios, que conduce  a la felicidad .La otra, de aparentes resultados, pero que conduce a la desdicha.

¿De quien nos fiamos?

            - Seguir el camino de Jesús, es la felicidad plena.

            - En frente, la efímera y engañosa felicidad que ofrece el mundo.

 

- Una objeción al camino propuesto por Jesús.

 

- Sin embargo,  - haciendo un poco de abogado del Diablo- podríamos decir que, aparentemente, la felicidad que Cristo nos propone parece contradictoria.

¿Cómo es posible que en la pobreza, en la injusticia, en el dolor, en la persecución, podamos encontrar el camino de felicidad? Esto,  podría decir alguien: ¡suena a masoquismo!  Pués…, ¡En absoluto!

-   Los cristianos sabemos muy bien que, la miseria, el hambre y el llanto; la injusticia  y  la  incomprensión....¡En sí mismas, no son fuente de felicidad !

Lo que ocurre es, que la felicidad que Cristo nos ofrece a los cristianos, no es esa felicidad fácil, placentera, “a vote pronto”, pero efímera, que ofrece el mundo y que cautiva a tantos.... ¡Dios quiere para nosotros la felicidad verdadera1

- Y  Jesús, en las Bienaventuranzas, promete estar al lado de los que, por amor a El, estemos dispuestos a sobrellevar  esas situaciones costosas pero que son el germen de la verdadera e imperecedera  felicidad.

- Por el contrario, los que piensan conseguir la felicidad, dando rienda suelta a sus deseos inmediatos, los egoístas, que sólo piensan en sí mismos y en las satisfacciones placenteras, y no se fían de Dios, se están labrando la infelicidad.

 

- Al Señor  le causan pena los que así piensan y actúan y, de forma repetida les dice en el Evangelio: ¡Ay de vosotros... ! ¡Pobre de vosotros!

 

¡Que nos fiemos de Dios y no tengamos que lamentar con el Señor nuestra mala elección!                                                                      

 Guillermo Soto