Comentario al evangelio del Miércoles 24 de Agosto del 2011
Queridos amigos:
¿Pero qué fascinación tenía su palabra? ¿Qué fuerza se asomaba a su mirada? El encuentro con
Jesucristo cambia, de arriba abajo, a las personas. Llega Natanael Bartolomé, y se produce el cambio.
De una actitud insolente, casi agresiva: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?", a una rendida confesión
de fe: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Lo atestigua la historia: Zaqueo, de
usurero a amigo de Jesús; la Samaritana, de mujer frívola a pregonera evangélica; el centurión romano,
de pagano a confesar: "Verdaderamente este era Hijo de Dios". Y tantos nombres: Agustín, Javier,
García Morente...
Todo brotó de un testimonio, de la mediación de Felipe: "Ven, y verás". El apóstol Bartolomé,
plasmado en esta perícopa, ilumina nuestro vivir.
Es el apóstol apenas conocido; por no saber, hasta dudamos de su nombre; y, sin embargo, forma parte
de la roca y cimiento de la Iglesia. Los protagonismos, los triunfalismos, la espectacularidad -¡que sí,
que se dan entre nosotros!- no dicen con el Evangelio. Por otra parte, Jesús mismo hace el elogio de
Bartolomé: "Un israelita de verdad en el que no ha engaño". ¿No creéis que, en nuestro camino, nos
encontramos con gentes que se creen poseedoras exclusivas de la verdad ? Es más difícil ser
buscadores de la verdad, y estar dispuestos a ser fieles a la misma, incluso hasta sentir el desprecio y
abandono de muchos. Todo, para ser apóstol, misionero. Los apóstoles lo oyeron de labios de Jesús: Id
y predicad, bautizad y perdonad, curad y sanad. La misión primera de la Iglesia es evangelizar (EN).
Los apóstoles acabaron su vida en el martirio. Fueron testigos de verdad. Fieles hasta la muerte. La
tradición dice que a San Bartolomé le martirizaron quitándole la piel. En todo caso, aquí sí que se
cumple la expresión popular y deportiva: "Hay que dejarse la piel en el campo".
CR