LA IMPORTANCIA DE LA VIDA
(DOMINGO XXVI T.O. Ciclo A)
25 septiembre 2005
"En aquel tiempo, dijo Jesús a lo sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: Hijo, ve
hoy a trabajar en la viña. Él contestó: No quiero. Pero, después, se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: Voy, señor. Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Contestaron: El primero..." (Mt
2128-32)
Las palabras sirven de bien poco si no se hacen realidad en nuestra vida. Si se
quedan sólo en nuestros labios, se las lleva el viento. Las obras, en cambio, tienen
una consistencia y una fuerza distinta. Aunque no estén acompañadas de palabras.
Más, aunque, a veces, contradigan las palabras.
Esto vale también para con Dios. Porque creer en Él es vivir de una manera
determinada. La fe afecta la vida. Si no consigue esto, es pura apariencia y
palabrería.
Me da un cierto corte tener que recordar esto. Pero, cuando me miro a mí mismo y
cuando miro a mi alrededor, encuentro necesario tener que hacerlo. Tenemos
prácticas (muchas) religiosas. Nos sumamos a manifestaciones de fe con
generosidad y hasta con entusiasmo. Nos profesamos católicos de toda la vida. Y, a
la misma vez, nuestra vida no se acompasa a lo exigido en el Evangelio. Nuestros
valores, nuestros criterios, nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestros
planteamientos... no nos diferencian como creyentes.
Es este un mal muy grave que padecemos. Se necesitan creyentes (aunque sean
menos, que el número no es lo definitivo) convencidos, coherentes, que vayan más
allá de las palabras que se quedan en los labios, de las manifestaciones que se
quedan en las emociones y tradiciones.
Y, en el Evangelio, encontramos un detalle más: siempre estamos a tiempo de
rehacer nuestra vida como creyentes. Lo importante es que nos demos cuenta y
decidamos cambiar, si es que estamos alejados de la fe como vida. A lo mejor (y
también esto se encuentra en el Evangelio) el hecho de comenzar a vivir de "otro
modo" nos ayuda a ser, de verdad" de otra manera.
Ojalá y este pasaje evangélico nos anime a comportarnos como corresponde a
quien ha descubierto al Dios, el Padre que nos revela Jesucristo, aceptando lo que
nos pide en nuestra vida.
Miguel Esparza Fernández