¿QUIERES SER MI ESPOSA?
(Domingo XXVIII. T.O. Ciclo A)
13 octubre 2002
"El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo... Venid
a la boda... Los convidados no quisieron ir".
En esta parábola, se nos describe la historia de la salvación. Dios invita a la boda
en que su Hijo se desposa con la humanidad. El hombre, en todas las etapas de la
historia, declina esa invitación.
¿Razón? Por considerarse suficiente a sí mismo. Según él, le basta y le sobra con lo
suyo. Por eso, dice la parábola que los invitados "no quisieron ir". Por eso, nuestro
texto nos hace comprender que, para aceptar la invitación de Dios, es necesario ser
"pobre", sentirse necesitado de ayuda.
Por eso, los primeros rechazan la invitación al considerar que acudir a la boda es un
fastidio y supone una renuncia a algo mejor y que les llena más. En cambio, los
segundos descubren una posibilidad de disfrutar de algo de lo que carecen, y
reciben con alegría esta posibilidad.
¿En qué grupo te encuentras? Sé que es un atrevimiento por mi parte hacerte esta
pregunta. Tu respuesta es que la duda ofende. Tú eres cristiano y sabes reconocer
el regalo que Dios te hace brindándote la oferte de salvación que trae su Hijo.
De acuerdo. Pero déjame incordiarte un poco más. ¿De verdad que no hay nada en
tu vida por encima de lo que Dios te pide? ¿No dejas de lado ningún aspecto del
auténtico comportamiento cristiano porque piensas que, de aceptarlo, te
supondrían una renuncia entristecedora? Piensa en el dinero y en el uso que haces
de él; en el tiempo libre y en el modo de aprovecharlo; en tu profesión y en la
manera de realizarla; en tus hijos y en los valores que les inculcas o les callas; en
tu pueblo y en tu compromiso para con él; en tu parroquia y en tu vinculación para
con ella; en tus convicciones y en tu testimonio desde ellas; en tu fe y en el
cuidado que le dispensas; en tu sentido de Iglesia y en tu participación en la
celebración de los cristianos ...
Cuando, en otro lugar de los evangelios, se nos narra esta parábola, recuerdas que
los convidados concretaban sus excusas diciendo que se habían casado, se habían
tenido que ir a sus campos... y rogaban se les disculpara. ¿No suena lo tuya a lo
mismo? Estoy muy ocupado con mi dinero y no puedo desatenderlo, estoy en fin de
semana y tengo que descansar, tengo un puesto seguro y nadie puede quitármelo,
sólo me importa que mis hijos se coloquen bien y ganen mucho, yo al pueblo vengo
a disfrutar y que me lo den todo hecho, que se preocupen los curas y sus amigos
para cuando los necesitemos, yo no me meto en problemas y no quiero jugarme el
puesto, ya hice la primera comunión y me casé y no necesito más, a misa voy
cuando tengo que cumplir...
Y entrar en relación amistosa y de intimidad con Dios (¡habla de boda, de relación
nupcial!), y participar de su misma vida... te suena a música celestial... Y, ala
invitación que el mismo Dios nos hace: "¿Quieres ser mi esposa? Le respondemos
que no, porque, sobre todo, "me pareces demasiado exigente... y tendría que
renunciar a muchas cosas". Es una pena. Nos pasa a todos.
Miguel Esparza Fernández