XXII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Introduccion a la semana
Preocupaba a los Tesalonicenses la suerte de los difuntos, sobre todo de los que
no habrían muerto todavía cuando el Señor volviera (cosa que se esperaba como
algo inminente). Pablo les aclara un poco más este misterio, asegurándoles que
todos los que hayan vivido rectamente estarán con él para siempre, tanto los
que ya se anticiparon como los demás, que serán transformados el día de su
venida (el Apóstol parece que también estaba persuadido de esa venida
próxima). No obstante, les exhorta a vivir vigilantes, ya que ese día vendrá de
incógnito, como un ladrón en la noche.
Desde el miércoles, se lee la carta a los Colosenses, que responde en parte a
dificultades suscitadas por algunas corrientes esotéricas en esa comunidad.
Pablo da gracias por la fe que se vive en Colosas y pide por esos fieles,
redimidos por la sangre de Cristo. Y se eleva en seguida –utilizando
probablemente un himno ya existente en la liturgia- a la consideración de Cristo
en su dimensión cósmica: como Hijo querido del Padre, no sólo es el Salvador de
la humanidad, sino también creador de todo cuanto existe, incluidos los “poderes
espirituales” (seres intermedios que parecen gobernar el mundo al margen de
Cristo), y reconciliador de todas las cosas con Dios. Es una visión grandiosa, que
no deja nada fuera del influjo universal de Cristo.
Los pasajes evangélicos son ahora de Lucas (veníamos leyendo a Mateo). Nos
presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret, el pueblo de su infancia, donde le
invitan a leer un fragmento de la Escritura: el ungido por el Espíritu es enviado a
evangelizar a los pobres (Isaías 61); Jesús afirma que eso se ha cumplido “hoy”
(en él mismo), lo cual desencadena una reacción de rechazo en los que le
escuchan. Las curaciones que lleva a cabo ponen de manifiesto que la profecía
se está haciendo realidad. Elige a unos discípulos que compartirán esa misma
tarea evangelizadora. Advierte que la novedad que viene a traer exige
renovación en sus destinatarios (“odres nuevos”), ya que devuelve a la ley de
Dios el sentido que habían alterado algunos comentaristas judíos.
San Juan Bautista, precursor del Señor en la predicación, lo fue también en la
muerte violenta que sufrió.- El papa san Gregorio Magno ejerció una gran
influencia en la actividad misionera de la Iglesia y en su liturgia (recuérdese el
canto “gregoriano”).
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org