Comentario al evangelio del Sábado 03 de Septiembre del 2011
Enséñanos a mirar para saber elegir
¡Qué importante es saber mirar! Nuestra mirada siempre es selectiva. No tenemos capacidad para verlo
todo en toda su verdad. Es imposible. Así que, lo sepamos o no, nuestros sentidos eligen e interpretan
la realidad. El texto de hoy es un ejemplo claro. Tanto los fariseos como Jesús y sus discípulos eran
judíos. Ambos conocían la Ley y el Sábado. Ambos buscaban a Dios y querían ser fieles. Ambos
habrían leído muchas veces aquello que hizo David cuando sus hombres sintieron hambre. Pero cada
uno lo interpretó de una manera bien distinta. Una vez más, la preocupación humana por la letra
pequeña, los legalismos, el cumplimiento estrecho. Y una vez más Jesús empeñado en abrirnos la
mente, la mirada y el corazón; en ampliarnos la perspectiva, el “zoom” de nuestra vida.
La cuestión no es dejar de cumplir el Sábado, día santo de descanso recordando que también Dios
descansó tras crear cuanto existe. Tampoco hoy se tratará de volatizar la Tradición y los
mandamientos. Más bien creo que Jesús nos invita a discernir en cada momento qué es lo fundamental
y qué queda por detrás. El hombre es señor del sábado. Y un ser humano hambriento está por encima
de un precepto religioso. ¿Nos lo creemos? Porque, por desgracia, dos mil años después, sigue
habiendo preceptos y sigue habiendo mucha hambre.
No es casual que este texto siga inmediatamente a la discusión de ayer sobre el ayuno. Os comparto
dos textos antiguos que pueden iluminar esta íntima relación entre lo fundamental y lo accesorio:
El Abba Antonio decía: Un día en el que estaba yo sentado junto al Abba Arfat, hizo acto de
presencia un asceta y dijo: “Padre, he ayunado por espacio de doscientas semanas, comiendo
solamente cada seis días, he aprendido el Antiguo y el Nuevo Testamento ¿qué me queda por hacer?
Le respondió el anciano: ¿Es para ti el menosprecio igual que el honor? No, respondió. ¿La pérdida
como la ganancia, los extraños como los parientes, la indigencia como la abundancia? No, respondió.
El anciano concluyó: “Tú, ni has ayunado doscientas semanas, ni has aprendido el Antiguo
Testamento, te estás engañando a ti mismo ”. (PADRES DEL DESIERTO).
" Que el que ayuna entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiera
que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga
piedad quien la busca; que responda quien desea que Dios le responda a él. Es un indigno suplicante
quien pide para sí lo que niega a otro [...] El ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno
se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza: lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es
la misericordia para el ayuno " (S. PEDRO CRISOLOGO, Sermón 43).
Rosa Ruiz Aragoneses, rmi