Encuentros con la Palabra
Domingo XXIII Ordinario – Ciclo A (Mateo 18, 15-20)
“Si tu hermano te hace algo malo (...)”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Había una señora a la que le tenían mucha envidia. Casi todos los días, cuando salía a la
puerta de su casa para barrer, encontraba estiércol que las vecinas le dejaban en señal
de desprecio. La señora no protestaba nunca. Hasta que un buen día, sabiendo que sus
vecinas eran las que le dejaban porquerías delante de su puerta todas las noches, decidió
colocar un arreglo floral delante de la puerta de cada una de ellas. En cada uno de los
arreglos, las vecinas encontraron un letrero que decía: “Cada uno da de lo que tiene”.
El Evangelio propone, en distintos momentos, formas diferentes de responder a las
ofensas y daños que los otros nos hacen. La más conocida es la invitación de Jesús que
dice: “Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y
te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga
una milla, llévala dos” (Mateo 5, 39-41). En otra momento, cuando Jesús respondió a una
de las preguntas del interrogatorio del sumo sacerdote, “uno de los guardianes del templo
le dio una bofetada, diciéndole: ¿Así contestas al sumo sacerdote?” Esta vez Jesús no
ofreció la otra mejilla... Sencillamente le preguntó al agresor: “Si he dicho algo malo, dime
en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?” (Juan 18, 22-
23). Otras veces Jesús sencillamente guardó silencio ante la agresión y la violencia que
otros ejercieron contra él, como queda patente en todo el proceso de la Pasión.
Este domingo el Evangelio nos presenta otra alternativa para responder al mal que los
otros nos pueden causar: “Si tu hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle
reconocer su falta. Si te hace caso, ya has ganado a tu hermano. Si no te hace caso,
llama a una o dos personas más, para que toda acusación se base en el testimonio de
dos o tres testigos. Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la congregación; y si
tampoco hace caso a la congregación, entonces habrás de considerarlo como un pagano
o como uno de esos que cobran impuestos para Roma”.
Se trata de todo un plan de acción ante las agresiones que podemos sufrir. La invitación
es a conversar con el que nos hace daño y tratar de ayudarlo a caer en la cuenta de su
error; si no hiciera caso a nuestro reclamo, Jesús invita a buscar a otros que apoyen
nuestra solicitud de cambio... Y si esto tampoco tuviera efecto positivo, pues habría que
comentarlo con toda la comunidad. Pero queda aún una última alternativa: “habrás de
considerarlo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma”.
A simple vista, esto podría significar desprecio, rechazo total, renuncia a buscar su
transformación; sin embargo, el modo como Jesús trató a los „paganos‟ y a los
„publicanos‟, hace pensar que la invitación es a tener con ellos una paciencia aún mayor y
una delicadeza extrema. ¿Cuál nuestra actitud ante las ofensas o daños que recibimos de
los demás? ¿De verdad nos hemos dejado impregnar por las actitudes de Jesús? Tal vez
la creatividad de la señora de la historia con la que comenzamos pueda ayudarnos a
buscar alternativas más evangélicas ante el dolor que los otros nos pueden causar.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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