Viernes 02 de Septiembre de 2011
Viernes 22ª semana de tiempo ordinario 2011
Colosenses 1,15-20
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres,
visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue
creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es
también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de
entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera
toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los
de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Salmo responsorial: 99
R/Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Aclama al Señor, tierra entera, / servid al Señor con alegría, / entrad en su
presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios: / que él nos hizo y somos suyos, / su pueblo y
ovejas de su rebaño. R.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, / por sus atrios con himnos, /
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.
"El Señor es bueno, / su misericordia es eterna, / su fidelidad por todas las
edades." R.
Lucas 5,33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: "Los discípulos de
Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos,
a comer y a beber." Jesús les contestó: "¿Queréis que ayunen los amigos del novio
mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces
ayunarán."
Y añadió esta parábola: "Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para
ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al
viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los
odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie
que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo.""
COMENTARIOS
Los discípulos de Jesús se comportan de una manera anómala con respecto a
los otros grupos religiosos: no tienen ninguna regla de la comunidad, no cumplen
con los rezos prescritos ni ayunan; no llevan, en una palabra, una vida ascética
como sería de esperar de un nuevo movimiento religioso. Jesús es el responsable
de este desenfreno: «¡a comer y a beber!» (5,33).
La respuesta de Jesús rompe todos los esquemas -los de entonces y los de
los movimientos religiosos modernos-: concibe el reino de Dios como unas bodas
orientales que nunca se acaban; Él es el novio y los discípulos los amigos del
esposo:
«¿Acaso podéis hacer que ayunen los amigos del novio mientras el novio está
con ellos?», es decir, mientras dura la boda. «Llegarán días en que les arrebaten al
novio» -precisamente los mismos que ahora le hacen el reproche arrebatarán
violentamente al novio para darle muerte; «entonces, aquellos días -y sólo aquellos
días-, ayunarán», los «tres días», símbolo de una totalidad, en la que Jesús estuvo
muerto (5,34-35).
El ayuno, como las otras prácticas ascéticas, es un signo de muerte y no de
vida. Jesús no concibe el reino como una funeraria, ni tampoco a Dios como un Dios
de muertos y panteones. Solamente, como signo de duelo y de respeto, los días en
que los portadores de muerte se lleven al novio, porque les molesta que cree tanta
vida y alegría entre los suyos, entonces, en aquellos días precisos -y si se quiere,
cuando se haga memoria de ello una vez al año, ayunarán... por culpa de ellos.
La parábola que añade Jesús, construida como de costumbre a partir de
experiencias de la vida cotidiana, tanto de la mujer (manto viejo/pieza nueva)
como del hombre (odres viejos/vino nuevo), muestra que hay un abismo entre las
prácticas religiosas de la antigua alianza y las que debería evidenciar la nueva
Alianza que inaugura Jesús. De hecho, en muchísimos aspectos estamos todavía en
el Antiguo Testamento. Y es que la fuerza de la costumbre -también hoy- nos hace
rechazar el cambio: «Pero nadie, acostumbrado al vino de siempre, quiere uno
nuevo, porque dice: "Bueno está el de siempre"» (5,39).
La novedad del reino comporta el riesgo de vivir una nueva experiencia, la de
hacer las cosas contando con la fuerza del Espíritu, el Vino nuevo. Quien intenta
mezclarlo con prácticas, ritos, renuncias, mortificaciones y otras formas comunes a
todas las religiones no hace otra cosa que poner un pedazo nuevo en un vestido
viejo recortando retales del manto nuevo..., aunque esté de moda. El que esto hace
se queda en cueros, «porque el nuevo quedará cortado y al viejo la pieza no le irá
bien».
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de Fundación ÉPSILON)