Ciclo A. XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos:
La corrección fraterna, el perdón y la oración en común
, son tres elementos
que el evangelio de hoy (Mt 18, 15-20) presenta como fundamentales para vivir en
la iglesia-comunidad cristiana. Es parte de la enseñanza de Mateo, que se ha
propuesto hacer de su evangelio una catequesis para quienes, ya convertidos,
entraban a formar parte de la iglesia de Jesucristo. Lo enseña Mateo, pero era sin
duda la
praxis de la primitiva iglesia
, inspirada en la caridad y la unidad, que el
Señor tanto les había recomendado y hasta mandado (Jn 13,34; 17,21). Era por la
caridad que los cristianos se distinguían de los demás y era por la caridad que
hacían abundantes conversiones (He 2, 47).
La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma
(He 4,32),
pero, dada la condición humana, había que estar siempre alerta y orar mucho a
Dios, para vivir como hermanos. Veamos algo de lo que era (y debiera ser hoy)
la
praxis de la iglesia
(y de la familia, las comunidades y los grupos humanos),
frente a quienes rompían la unidad, originando divisiones al interior de la iglesia y
escándalos ante los paganos. Ante todo,
la corrección fraterna
, que ante la
necesidad de llamar la atención lo hacía cordialmente, mezclando firmeza (porque
había que corregir la cosa) con bondad (porque se trataba de un hermano).
Todo
esto suponía
: 1. que se estaba seguro de la falta; 2. que antes de corregir se
había orado a Dios; 3. que se había buscado el lugar, el momento y las palabras
oportunos; 4. que se corregía a solas… Les invito a releer y poner en práctica lo que
sobre el particular continúa diciendo Mateo (18, 15-17)
El perdón sincero
, cuando había propósito de enmienda, era otra de las prácticas
de aquellas fervorosas comunidades cristianas. Por acción u omisión, alguien podía
haber delinquido y hasta haber sido expulsado de la comunidad al ser declarado
“pagano”, pero el perdón con el abrazo le estaba esperando si como el Hijo Pródigo
se arrepentía. Pablo había escrito a las iglesias: “sean buenos y comprensivos,
perdonándose unos a otros como Dios les perdonó en Cristo”
(Ef 4,32). Sin
duda esta praxis del perdón fue lo que más caló y mejor diferenció a los cristianos
de los paganos. Ciertamente estaban la enseñanza y el ejemplo de Jesús, pero
también
el sentido liberador y reconciliador del perdón
en quien perdona y en
quien es perdonado. ¡Va en esto nuestra felicidad!
El medio de los medios para conservar la unidad en la caridad era la
oración en
común: cuando dos o más se juntan para orar yo estoy en medio de ellos, y
lo que pidan mi Padre se lo concederá,
dice Jesús
(Mt 18, 19-20). Dos cosas,
pues, y muy importantes suceden a quienes se juntan para orar:
Jesucristo está
en medio de ellos y el Padre Dios les concederá lo que le piden.
Si esto no
sucede -ni la familia crece en unidad ni obtenemos lo que pedimos- ,
es
simplemente porque no oramos juntos
. En casa, cada uno reza por su parte; el
papá, la mamá, cada hijo…, todos rezan por su cuenta, cuando
la garantía de la
presencia del Señor
entre nosotros y de
la eficacia de nuestras oraciones
está en que nos juntemos para orar.
Recordemos el viejo y sabio dicho:
¡Familia que reza unida, permanece unida y bendecida!
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)