EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-2.12-14.
Pablo, Apóstol de Jesucristo por mandato de Dios, nuestro Salvador, y de Cristo
Jesús, nuestra esperanza,
saluda a Timoteo, su verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la misericordia y la
paz que proceden de Dios padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha
considerado digno de confianza, llamándome a su servicio
a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado
con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia.
Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo
Jesús.
Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.11.
Mictán de David. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: "Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti".
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de
felicidad eterna a tu derecha.
Evangelio según San Lucas 6,39-42.
Les hizo también esta comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No
caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto,
será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está
en el tuyo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo',
tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu
ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Leer el comentario del Evangelio por
Liturgia española mozárabe
Prefacio Eucarístico para el segundo domingo de Cuaresma; PL 85, 322
«¿Un ciego, puede guiar a otro ciego?»
Es justo y necesario darte gracias, Señor, Padre santo, Dios eterno y
todopoderoso, por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor... Él vino a este mundo para
hacer justicia, de modo que los ciegos vean y los que veían queden ciegos (Jn
9,39). Aquellos que se han reconocido en las tinieblas del error, han recibido la luz
eterna que los ha librado de la oscuridad de sus errores. Y los arrogantes, que
pretendían poseer ellos mismos la luz de la justicia, han sido sumergidos, con
razón, en sus propias tinieblas. Inflados de su orgullo y seguros de su justicia, no
han buscado médico para curarse. Hubieran podido tener acceso al Padre por Jesús,
que se ha declarado la puerta (Jn 10,7), pero como han prevalecido insolentemente
en sus méritos, han mantenido su ceguera.
Por ello, venimos humildemente a ti, Padre santo, y sin presumir de nuestros
méritos, abrimos ante tu altar nuestra propia herida. Reconocemos las tinieblas de
nuestros errores, descubrimos las caídas de nuestra conciencia. Queremos
encontrar, te rogamos, un remedio a nuestra herida, la luz eterna para nuestras
tinieblas, la pureza de la inocencia en nuestra conciencia. Queremos con todas
nuestras fuerzas contemplar tu rostro..., deseamos ver el cielo...
Ven a nosotros, Jesús, que rezamos en tu templo, y atiéndenos en este día, tú
que no has tenido en cuenta el sábado para hacer milagros... Tú que nos has hecho
de la nada, prepara un ungüento y aplícalo sobre los ojos de nuestro corazón...
Escucha nuestra oración y elimina la ceguera de nuestros pecados, para que
veamos la gloria de tu rostro, en la paz de la bienaventuranza eterna.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”