V Domingo de Pascua, Ciclo A
EL ROSTRO HUMANO DE DIOS
La Palabra: “¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Quien me ha
visto a mí, ha visto al Padre” (evangelio).
1. De un modo u otro, afirmando y negando, entre dudas y oscuridad, todos
andamos a vueltas con Dios. Inevitablemente, desde nuestra situación cultural y
desde nuestra visión del mundo, nos forjamos distintas imágenes de la divinidad un
poco a nuestra medida. Pero los dioses que nosotros fabricamos no son el
verdadero Dios con quien intima Jesús y se revela en su conducta.
2. Los cristianos confesamos que en Jesucristo humanidad y divinidad van
inseparablemente unidas. No como dos bloque juntos o dos pisos superpuestos. En
la conducta humana de Jesucristo se revela cómo es y cómo actúa Dios cuya
realidad –sin embargo– siempre resulta para nosotros inabarcable. “Quien me ha
visto a mí, ha visto al Padre” no significa: vemos a un hombre y confesamos a Dios,
sino en ese hombre vemos el rostro humano de Dios.
3. Santa Teresa de Ávi-la celebraba con entusiasmo la “sacratísima humanidad” de
Jesucristo. Aunque algunos intentaban disuadirla por peligro de humanismo, ella se
resistió a dejar esa devoción, porque precisamente ahí, en esa humanidad, en la
conducta de Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien, curando a los enfermos
y sirviendo a todos con amor hasta la muerte de cruz, vislumbramos y
experimentamos la cercanía benevolente de Dios. En la segunda lectura, san Pedro
felicita a los cristianos porque hemos recibido en Jesucristo esa buena noticia sobre
Dios que nos ama, y en quien siempre podemos confiar porque siempre nos mira
con esperanza: “nos ha llamado a salir de las tinieblas y entrar en su luz
maravillosa”..
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net