IV Domingo de Cuaresma
CREER EN EL SER HUMANO
La Palabra: “Jesus dijo al ciego: ¿crees tú en el Hijo del hombre? El ciego contestó:
¿y quién es, Señor, para que yo crea? Jesús le dijo: lo estás viendo; el que te está
hablando, ese es”.
1. Hace años, nuestro querido monseñor Siro, siendo el obispo de la diócesis de
Pinar del Río, dio una conferencia en el aula “Fray Bartolomé de Las Casas”, La
Habana, con el sugerente título: “Lo que está en juego es el hombre”. Como a Dios
nadie lo ha visto, el criterio más común para discernir si la divinidad es o no
verdadera se encuentra en el ser humano. Los cristianos hemos percibido en la
conducta histórica de Jesucristo cómo es y cómo actúa Dios: “he venido para que
todos tengan vida y la tengan en abundancia”, “para que los que no ven, vean”.
2. En la sociedad judía donde vivió Jesús de Nazaret, una élite de individuos que se
creían los únicos poseedores de la verdad religiosa y se consideraban dueños de la
sociedad, se cerraban en sus propias seguridades y declaraban por decreto que los
demás estaban ciegos.
Eran incapaces de ver, de juzgar y de actuar por su cuenta. Jesús reacciona contra
esa pretensión y cura a un ciego de nacimiento con un gesto simbólico: evoca el
relato bíblico de la creación, hace un poco de barro y unge los ojos del ciego que
comienza a ver. Por fin es persona que piensa y actúa por su cuenta: “soy yo
mismo”.
3. Y Jesús sólo le pide una cosa: “¿Crees en el Hijo del hombre?”. La expresión
significa “ser humano”. Creer en el ser humano, en su dignidad inviolable, con
profundo respeto, hasta las últimas consecuencias. Es el evangelio de Jesucristo.
Cuando queremos llevar a la práctica este evangelio, nos sucede como al ciego de
nacimiento curado por Jesús: los vecinos dudan, los familiares se desentienden, y
los poderosos de turno acaban rechazándonos. Todos y cada uno debemos
hacernos la pregunta que, según el evangelio de hoy, se hacían los que no daban
crédito a las sanaciones de Jesús: “¿También nosotros estamos ciegos?”. Pero no
hagamos la interrogante con la soberbia de los fariseos sino con la humildad de los
que quieren ver.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net