Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
UN MESIANISMO AL REVÉS
La Palabra: “Mira a tu rey que llega sobre un borriquilllo” (evangelio).
1. Porque los seres humanos sufrimos siempre la insatisfacción de no llegar a ser
totalmente lo que somos, siempre caminamos en espera de una liberación.
Soñamos con una realidad de plenitud que no tiene lugar en nuestra existencia, es
lo que llamamos “utopía”. Y como solos no podemos alcanzar ese mundo que
añoramos, volvemos los ojos hacia un Mesías, un Enviado que nos dé repuesta. La
historia bíblica procede con la promesa de que ese Mesías llegará para librar a la
humanidad de todas sus deficiencias e introducirla en el paraíso de la felicidad.
2. A lo largo de esa historia bíblica surgieron falsos mesianismos. El pueblo judío
puso a veces su esperanza en el dominio político sobre los demás pueblos, en la
prosperidad económica sin límites, en un jefe que vence a todos sus enemigos o en
un templo muy lujoso con ritos solemnes y deslumbrantes. Cuando llegó Jesús de
Nazaret, aquel pueblo, entonces una insignificante colonia bajo la dominación de
Roma, seguía esperando a un Mesías que, con su poder, acabara con el
imperialismo y con la pobreza. Por eso, cuando Jesús hace milagros para curar
enfermos o dar de comer a una multitud hambrienta, la multitud se levanta y le
proclama su rey, el enviado para liberar al pueblo.
La historia bíblica refleja un poco lo que es la historia de la humanidad, en la que
vienen surgiendo mesianismos en política y en economía que prometen la liberación
total. Desde el siglo XVII, la ciencia y la técnica pretendían la felicidad para todos
sin contar con Dios ni con la religión. Pero la experiencia histórica nos va diciendo
que esos mesianismos tienen los pies de barro, y al final sus promesas de liberación
total quedan en nada.
3. Según el evangelio de hoy, la gente buena y sencilla encuentra en Jesús de
Nazaret al verdadero Mesías. Ven que llega a Jerusalén, la ciudad donde están los
poderosos que se creen libertadores del pueblo, no en un caballo como los grandes
emperadores, sino en un borriquillo, de modo humilde. Las horas que siguieron a
esta recepción por parte de los sencillos, fueron el tiempo en que Jesús demostró
ser el Mesías, no mediante un poder que se impone por la fuerza, sino en el amor
que incondicionalmente se entrega. Con su muerte, Jesús nos dejó trazado el
camino de la verdadera liberación: sólo llega cuando el ejercicio del poder es
mediación del amor .
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net